Considero al miedo como una emoción que en muchos momentos se convierte en una limitante, o puede traducirse en advertencia, en un recordatorio de nuestra vulnerabilidad o en un impulso para enfrentar aquello que nos asusta.
Vale la pena destacar que esta emoción primaria, que está presente en todos los seres humanos y en todos los mamíferos y que se define como una emoción desagradable y a veces muy intensa, se manifiesta en cuatro niveles: a nivel cognitivo, a través de pensamientos o imágenes negativas, a nivel fisiológico cambios en nuestro cuerpo, como aceleración del ritmo cardíaco, contracción muscular, temblores en las manos o piernas, sudoración, palidez en el rostro, entre otras reacciones, a nivel conductual paralizarse, escapar, llorar entre otros y a nivel neuronal a través del sistema límbico en la regulación de emociones.
En muchas ocasiones tenemos miedo del miedo, puede que el problema que nos sigue dando miedo sigue ahí, pero cuando conocemos la raíz de todo y entendemos que pueden existir una gama de soluciones ya no asusta ni preocupa con tanta intensidad.
Recientemente, experimenté esta emoción, se presentó la posibilidad de realizar el ascenso al volcán Tajumulco, el solo hecho de pensar que es el volcán más alto de Centro América me ocasionó esta emoción, así que me detuve a pensar cuál era la raíz del problema, esta emoción estaba actuando como un recordatorio de mi vulnerabilidad y se estaba convirtiendo en un limitante así que decidí convertirlo en un impulso para afrontar mi miedo, decisión que me permitió disfrutar de una experiencia inolvidable y hermosa.
Si tienes miedo de algo, focaliza la raíz, la idea es cortarla: puede que eso que está provocando el problema sea más sencillo para solucionarlo de lo que piensas.
¡Bendecida semana para todos!