Según el Derecho Romano, la justicia es la constante y firme voluntad de dar a cada uno lo suyo,(Fernández 2001, 148). Luego de casi cuatro meses de estar conviviendo con el Coronavirus, uno de los principios más violados por varias instituciones públicas y privadas (cristianas) es el principio de “justicia”.
La incoherencia entre lo que se dice y hace, es uno de los peores pecados sociales en la sociedad actual. Es bonito afirmar “sean buenos cristianos y honrados ciudadanos” (San Juan Bosco); pero esta premisa ha sido y sigue siendo pisoteada por muchos. Bien dice el refrán que “entre el dicho y al hecho hay mucho trecho”.
He sido testigo de la impotencia de muchas personas que, de la noche a la mañana, se les notifica que ya no tienen trabajo, que se les pagará la mitad y peor aún, que no se les pagará, porque la institución ya no tiene recursos. Es cierto que no se trabaja sólo por lo económico, pero es injusto no retribuir el tiempo y los recursos invertidos en el trabajo.
Lamentablemente hay instituciones públicas que “disque” defienden los derechos de las personas a quienes se les viola sus derechos, pero muchas veces “se tapan con la misma chamarra” o son “coyotes de la misma loma”. Y al que le quede el guante que se lo plante.
Como dice Arjona: “De mi barrio la más religiosa era doña Carlota. Hablaba de amor al prójimo y me ponchó cien pelotas”. Este es uno de los peores cánceres que está inserto en muchas instituciones públicas y privadas: la incoherencia entre los fundamentos filosóficos y la práctica de los mismos.
Escribo sobre esto, porque son cientos de personas que se han visto afectadas por decisiones déspotas y autoritarias de parte de sus autoridades. Con nuestras acciones injustas podemos ser más maquiavélicos que Maquiavelo mismo. El abuso de autoridad se refleja en decisiones no dialogadas, sino impuestas desde arriba.
Alguien me decía hace algunos días: el rico nunca pierde; al pobre se lo lleva la madre. Pienso que, de momento, y aparentemente, no pierde nada quien impone sus decisiones; pero en un futuro no muy lejano, la misma vida le dará lo que merece, por las injusticias que haya cometido con su prójimo. Bien decía Sócrates: “vale más sufrir una injusticia que cometerla”.
Para quienes hayan sufrido alguna injusticia laboral, si pueden “procedan”, las leyes han sido promulgadas para proteger nuestros derechos. Y si finalmente no logran ganar el juicio, tranquilos, como cristianos sabemos que hay un Dios justo; y que ese Dios, tarde o temprano le dará a cada uno lo que merece, y con creces.
“La justicia en el Antiguo Testamento hace referencia por igual a las relaciones del hombre con Dios y a los vínculos sociales de los hombres entre sí. Por ello son numerosos los textos que reclaman del juez que actúe con justicia: siendo juez no hagas injusticia, ni por favor del pobre, ni por respeto al grande, con justicia juzgarás a tu prójimo”, (Fernández 2001, 149). Pregúntese usted, si como dueño, director, coordinador, gerente o según el puesto que tenga, actúa con justicia en sus decisiones.
Una causa de las constantes injusticias sociales es el dinero. El dinero tiene que ser distribuido con justicia. “El dinero da poder, hace que algunos se crean señores de los demás, es fuente de alabanzas y de miserias”, (Yepes y Aranguren Echevarría 2009, 267). Si en algún momento usted ha sido víctima de injusticias por dinero, no se preocupe, tarde o temprano, Dios le hará justicia.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.