Hay mucho que escribir, externar y opinar respecto a ese día histórico que, permitió ver y vivir la manera cómo debe ser gobernado un país, cuando el objetivo es el desarrollo del pueblo y, tener lo más elemental del ser humano, CALIDAD DE VIDA. Deseo, que mis lectores a quienes agradezco el tiempo que dedican a mi columna de opinión todos los viernes, lean el mensaje del Dr. Juan José Arévalo Bermejo precisamente por motivo de dicha revolución, es menester que leamos una, dos, tres y todas las veces que creamos necesario, porque, parece mentira, pero, después de 78 años, estamos en las mismas condiciones, perdón, estamos peor, según el informe de la ONU -IDH-, ya fuimos superados por Haití.
“La nueva Guatemala que todos soñábamos ha empezado. El corazón templado de nuestra juventud militar ha precipitado los acontecimientos. Los civiles habíamos cumplido nuestra etapa al crear en el país, con nuestra prédica periodística y oratoria, el clima revolucionario El 16 de octubre los partidos independientes acordaron el «pacto político», denunciando así ante la conciencia nacional la imposibilidad de seguir adelante en una comedia electoral. Fue un gesto revolucionario, pero lírico. el 18 de octubre los estudiantes universitarios y los maestros se lanzaban a la huelga, acudiendo a la inacción para combatir al gobierno prepotente.
El 20 a la madrugada, la juventud militar de Guatemala, dolorida como los civiles por los ultrajes inferidos a la república, asestó el golpe definitivo a los Césares del fraude y la violencia.
El pueblo de la Ciudad capital se sumó inmediatamente al movimiento, pues tenía a su disposición las armas que hasta entonces le habían faltado. El pueblo civil no podía solos a nuestros militares, que coincidían con nosotros en una misma angustia cívica, en una misma desesperación política.
No faltaron las exaltaciones populares al invadir casas deshabitadas y destrozar muebles. Todo esto es lamentable, pero inevitable. Podemos, sin embargo, enorgullecernos de que no se ha cometido un solo ultraje en las personas de los actores y cómplices de la tiranía. El desahogo de la ira popular, ha tenido como única finalidad destrozar bienes materiales adquiridos fuera de la ley y qué en realidad de verdad le pertenecen al pueblo.
Afortunadamente, hasta ese desahogo ha terminado ya. Los espíritus están ahora gozando en el reposo de un gobierno juvenil, integrado por dos militares y un civil de un patriotismo a toda prueba. Es un gobierno revolucionario, llamado por eso a colocar las cosas en su sitio a devolver al pueblo lo suyo, a instaurar la democracia que no hemos tenido nunca, a limpiar, la república de toda maleza que la ha asfixiado hasta hace pocos días. Es un gobierno revolucionario, llamado a reajustar el organismo político y a restaurar la fe que los guatemaltecos habíamos perdido.
Lo que ha ocurrido en Guatemala no es un golpe de Estado: es algo más profundo y algo más benéfico: es una revolución. No se trata simplemente, de echar unos hombres para substituirlos por otros. Se trata de transformar las bases sobre que descansaba el corrompido orden político del ubiquismo. Es una revolución que irá a las raíces del sistema político y no se quedará en la superficie de los escritorios. En una palabra: es una revolución llamada a lavar, a purificar nuestro sistema de vida pública, para tranquilidad de todos y para honor de Guatemala. Nuestro primer deber ante una tarea tan grande es el aplauso. Los partidos políticos independientes -los que nos enfrentamos sin posturas ambiguas ante el gobierno de Ponce- ya le dimos a la revolución ese aplauso. Es el aplauso de la admiración y de la gratitud. Ellos han hecho lo que los partidos políticos solos no hubiéramos logrado nunca. Por gratitud al beneficio y por admiración ante el heroísmo, los hemos aplaudido.”
Contador público y auditor, docente universitario y ex alcalde comunitario.