PUNTUAL
Se van a cumplir las primeras 24 horas tras el paso del #temblor de 7.7 grados Richter que interrumpió el descanso y sueño de todos. A pesar de que este viernes ha sido cansado, estar despabilado pareciera una necesidad. Y como si fuera poco, los apagones en #Xela alientan cualquier temor.
Nadie garantiza que no se va a repetir y que por el momento solo son réplicas. Tampoco nadie nos saca de la mente lo vivido, y por eso digo que ese minuto con 33 segundos que duró el sismo quedará para siempre en nuestras mentes, será parte de las anécdotas, porque la misericordia nos lo permitirá contar.
Ya había terminado la jornada del jueves, prácticamente nos alistábamos para ir a dormir, cuando algo comenzó a estar mal. No era ningún mareo ni nada, pero el piso comenzaba a bailar. Fue una especie de hamaca en lo profundo de la tierra. Conforme fueron pasando esos eternos segundos, parecía que los retumbos venían del mismo infierno, pero una fuerza más poderosa lo contuvo.
En esos momentos vamos a coincidir, la mayoría, que ni de la mochila azul nos acordábamos, menos de la mochila de las 72 horas. Nadie está preparado para esto, ni hace planes, y si existen, a la hora de la verdad se paraliza todo. Muchas personas ni saben cómo ni en que momento salen, pero cuando reaccionan están ya en la calle. Peligro. Lo mejor es no salir corriendo y colocarse junto a una columna o junto a la cama, en el triángulo de la vida.
Al miedo se suma la obscuridad y la falta de comunicación por celular, se caen los datos, como los ánimos, pero al menos estamos vivos y eso ya es mucho.
Minutos después hicimos un recorrido por la ciudad, casi a la media noche y hasta las tres de la madrugada; parecía que fueran las 19 horas, mucha gente por todos lados. Había paredes dañadas y derrumbadas, pero lo que más me entristeció fue ver pedazos tirados del Templete del Parque Central.
Volvimos a casa, pero no regresó la tranquilidad. Apenas aclaraba y de nuevo a buscar datos e información a la calle. Ya se sabía más de la tragedia, y que lo peor había pasado en Chiapas, México, donde la magnitud rebasó los 8 grados. Sin embrago, en La Cuchilla de la zona 9 de Xela me topé con dos historias humanas muy duras: María Julia Pérez, una adulta mayor que vive sola, su casa se derrumbó, afortunadamente donde dormía fue lo único que quedó firme, otros dos ambientes colapsaron.
Otra mujer, Florinda Utuc Orozco, viuda, junto a su nieto, vieron cómo la mitad de su casa caía por el fuerte temblor. Duele ver que los embates de la naturaleza golpean más a las personas desposeídas.
Las aportaciones individuales y el apoyo de las autoridades deben ser con prontitud, porque para quienes lo perdieron todo esta es peor que la noche anterior.
No quiero terminar estas líneas sin dar gracias, porque siete segundos más pudieron haber sido la diferencia para que incluso esto no lo estuvieras leyendo.
Periodista, comunicador y académico. Licenciado en Ciencias de la Comunicación, con tres maestrías en diferentes campos. CEO de LA VOZ DE XELA, conferencista y profesor universitario.