Por Yendi Yomara Santos Rodas
Dentro del ámbito de la educación informal la mujer del área rural se instituye como elemento sustancial dentro del proceso de educación ambiental, y lamentablemente se le ha invisibilizado dentro de las políticas educativas, en tanto que muy poco se le ha reconocido su potencial como figura social copartícipe de la educación y la producción.
Por tradición, los hombres se han constituido en los propietarios de las tierras productivas, pero son las mujeres las que participan activamente y quizá en mayor medida que los hombres en los procesos de producción, sobre todo, los que se desarrollan a escala familiar. Ellas se constituyen en productoras alimentarias: Su función es trascendental para determinar y garantizar seguridad alimentaria y de bienestar de todo el hogar, en tanto que es ella quien administra los alimentos familiares, pero igualmente, se desempeña activamente como productora de bienes alimentarios de las sociedades.
Pero se debe aclarar aquí, que el concepto de mujer rural no es un sinónimo de mujer agricultora, aun cuando en sea a éste último grupo al que pertenece un porcentaje elevado de mujeres que habitan en las zonas rurales y que se enrolan en la práctica de la agricultura en forma más o menos permanente. La labor que se realzará en las siguientes reflexiones, desborda el de mujer productiva agrícola, e incluye y concibe a una mujer productiva en muchas esferas económicas, entre éstas, la agrícola, y asume su labor en tanto que hace uso de los recursos naturales, de una u otra manera; pero además, se realza el papel en su desempeño como transmisora de valores sociales, culturales y hasta religiosos de su entorno, adquiridos no solo por su experiencia con esos recursos naturales, sino por efecto de sus relaciones sociales, que implica relaciones de poder, relaciones económicas, etc.
Con el hecho de plantear el caso de la mujer rural, no se pretende soslayar la importancia de la mujer de otras esferas sociales o económicas, sino demostrar que por sus particularidades, la mujer del ámbito rural juega un papel relevante dentro del proceso ambiental, porque:
Un hecho que es importante resaltar es que las comunidades rurales muestran regularmente diferencias étnicas, por lo que en cada caso el rol que asume la mujer y los valores que transmite puede variar. Pero lo que sí es un hecho más común es que, dentro de la estructura productiva la mujer se desempeña en pequeñas parcelas productivas, mismas que se usan para consumo familiar. Entonces, estas pequeñas parcelas donde se desempeñan las mujeres son el ámbito de producción, de gestión y de consumo, y en relación al proceso de consumo es la mujer quien decide cuanto y como usar ese recurso.
Aún con los niveles de vulnerabilidad ambiental, social y económica que caracteriza los ámbitos rurales, a lo cual se suma la exclusión a la que la mujer ha sido sometida en varias de las esferas de la sociedad, y que limita las actividades domésticas y productoras de las mismas: es un hecho innegable que la relación que la mujer tiene con los recursos naturales es muy estrecha, misma que le ha provisto de “conocimientos y experiencias de uso y manejo que son vitales para la conservación y el desarrollo, sin embargo la importancia de estos conocimientos sobre la biodiversidad, por sus condiciones de género, muchas veces han sido desconocidos, ignorados, invisibilizados, e inclusive en muchos casos se han perdido” (Pazmiño,2005). En definitiva, se ha de admitir que la mujer rural participa activamente en la gestión ambiental y además ha desarrollado cierto conocimiento en torno al manejo de los recursos naturales debido a las actividades propias de su género.
Calixto (1997) plantea que el papel de la mujer como educadora en la familia incluye lo ambiental. En torno a la temática ambiental manifiesta actitudes que involucran a los integrantes de la familia en actividades de uso de la energía, del recurso hídrico de prácticas alimentarias y de convivencia. Actividades que se enrolan dentro del qué hacer de ama de casa y madre de familia. La mujer se compenetra de manera más activa en las tareas propias del hogar o denominadas “domésticas” que los hombres, son las mujeres las encargadas de proveer de agua, alimento, medicina (se le atribuye a la mujer el uso de plantas medicinales naturales), en algunos casos de vestimenta, y de disponer en el hogar un ambiente más inocuo para toda la familia. Estas actividades, implican una transferencia de conocimientos a las nuevas generaciones en cuanto a cuánto, qué y cómo consumir.
El problema de la contaminación ambiental y el deterioro de los recursos naturales, se asocia a muchos factores: patrones de consumo, acelerado crecimiento de la población y su concentración en algunas áreas; al desarrollo industrial, cambios de hábito y de consumo, y el nivel de vida. Dichas prácticas se encuentran determinadas e íntimamente relacionadas con las relaciones propias de la sociedad, en todas sus esferas.
El segundo Congreso Iberoamericano de Educación Ambiental realizado en Jalisco 1997, estableció con claridad que los problemas de contaminación ambiental se relacionan en cada acción de la persona, de la familia y de la comunidad. De hecho, la producción de desechos son resultantes de los hábitos de consumo de bienes y en cuyo manejo resulta evidente lo siguiente :
• La necesidad urgente de buscar y poner en marcha alternativas de acción para modificar los patrones de consumo doméstico de bienes, entre los que se encuentra sustancias de riesgo.
• Así mismo, es necesario buscar vías y establecer mecanismos de coordinación en la
acción de los diferentes organismos involucrados en la gestión de los desechos domésticos.
Como se hace notar, en dicha convención se adjudica a las prácticas del hogar y más aún, del seno familiar, una las causas del proceso de producción de deshechos nocivos para el ambiente. Además, en un apartado posterior, involucra dentro de los procesos de contaminación no solo a las ciudades, sino también a las comunidades indígenas y rurales.
Muchas veces impera la idea de que lo rural no contamina en comparación con las sociedades urbanas. Esto, porque hay menos accesibilidad comercial, menor o nulidad desarrollo industrial, altos niveles de pobreza que implica menor poder adquisitivo, y determinadas pautas culturales que rigen las relaciones con el entorno; aún con ello no se le puede desligar de su responsabilidad en el proceso de contaminación ambiental. Existe mucha insistencia en creer que los residuos contaminantes de las áreas rurales son únicamente producto de las actividades agrícolas, y si bien es cierto que no se puede comparar los niveles y los patrones de consumo del ámbito rural con el urbano, ya no se puede pensar en un área rural virgen, es decir aislada en su totalidad de las transacciones comerciales responsables de introducir todo tipo de productos, muchos de los cuales, resultan ser perjuiciosos para el entorno natural.
Muchos de estos elementos contaminantes y que deterioran el entorno natural se asocian con productos originados en el hogar y a las prácticas relacionadas con la disposición final de los desechos sólidos, con la adquisición de productos imperecederos a los cuales no se les otorga ninguna otra utilidad que aquella para lo cual fue adquirida, la limpieza y mantenimiento del hogar, el uso de fertilizantes y pesticidas, alimentos de los animales, artículos de belleza y cuidado personal, etc. Nótese que muchos de estos productos se asocian con actividades tradicionales de la mujer, por lo que la forma en que se administren dentro del hogar, dependerá en mucho de su educación ambiental, y de igual manera, determinará los hábitos y conductas ambientales de las nuevas generaciones.
Según Errázuriz (FAO, 1987), aún cuando el desempeño de la mujer del área rural no se limita a lo interno del hogar, las féminas privilegian este desempeño, en tanto que es el único que les otorga identidad, posición social, que no depende del nivel adquisitivo económico como criterio de diferenciación social. El papel de madre se constituye en la única posición en que la mujer se siente insubstituible. “Las actividades domésticas de las mujeres constituyen un sistema semiautónomo, centrado en el bienestar familiar, que es controlado por las mujeres y constituye un área única donde la mujer puede ejercer su poder de decisión con legitimidad y mayor autodeterminación” (Errázuriz, FAO, 1987)
Así, el seno familiar se impone como la institución social que forma valores y actitudes ambientales culturales ya que mantiene y asegura en muchos de los casos la transmisión oral de la cultura y la conservación de los patrimonios de los núcleos rurales. El componente educativo de la familia es fundamental para el desarrollo psicológico, afectivo y axiológico de todo ser humano. Una actuación nula o negativa de la familia, conlleva para el niño o el joven, indefectiblemente, un desconcierto dada la duplicidad de los mensajes que percibe.
En su relación con la educación formal, las mujeres están directamente involucradas con la educación de sus hijos e hijas. De hecho, en mi experiencia educativa, he podido constatar en todo momento mayor asistencia de las madres a las actividades escolares y mayor entereza por apoyar el desenvolvimiento académico de sus hijos.
Se busca que el niño antes que llegue a la escuela adquiera conciencia de sus posibilidades de influir y actuar en su entorno y de transformarlo, por lo que la educación materna resulta imprescindible en esta dimensión. Es necesario evitar, que los conocimientos que el niño esté adquiriendo en la escuela y los hábitos que los maestros intenten formar en ellos colisionen con los hábitos y la fuerte influencia del hogar; ya que por medio de una pedagogía íntima, las mujeres transmiten en la cultura doméstica desde la lengua y las concepciones del mundo, hasta las identidades de los sujetos y las relaciones sociales privadas con su ritualidad y mitología; y son las encargadas de vigilar aun a costa suya la obediencia y el cumplimiento de las normas cotidianas (Lagarde, 1996). En tal sentido, el involucramiento de la mujer en la educación formal debe obligatoriamente considerarse. Las mujeres deben apoyar a los y las docentes en la tarea de educar, y deben ser conscientes de las competencias que la escuela quiere desarrollar. Los docentes deben considerar a la mujer, madre, en su mejor aliada pedagógica. Lo más importante es su integración en la toma de decisiones y su comunicación constante con los y las docentes para resolver juntos los problemas que se presenten.
Una educación que integre familia, escuela y comunidad, será pues la que asegure el éxito de la educación ambiental.
La participación de la mujer en la familia, la comunidad y la sociedad, demanda entonces de la implementación de políticas que fortalezcan su actuación y que valoren su actividad educativa informal. Se requiere además que las naciones intervengan con programas sustentables que brinden asesoría técnica, capacitación, recursos para la producción, y educación formal e informal para la mujer rural. Además, es preciso, que los países superen las acciones excluyentes hacia la mujer, y que las curricula educativas incorporen relevantemente en la teoría y práctica el eje de género y educación ambiental, pero además, que consideren la incorporación, inexcusable, de la lengua materna como principio lingüístico pedagógico y la cosmovisión y pautas culturales de los grupos sociales marginados, entre estos, los indígenas.
El programa de la Agenda 21, acordada en la Cumbre de la Tierra en 1997, realza el fortalecimiento del papel de los grupos indígenas y de la mujer con miras al desarrollo sostenible. Y si bien es cierto que los medios de comunicación han contribuido a difundir información sobre la problemática ambiental, ésta ha sido mínima y carente de un esfuerzo mayor que oriente a las familias en relación al uso de todos los recursos en el hogar. Por tanto, se demanda que se remocen los esfuerzos en educación no formal e informal para concientizar y sensibilizar a todos los miembros de la familia.
En definitiva, las cuestiones como: el rol de la familia, y sustancialmente, el papel ambiental de la mujer en el hogar, y el cómo se asume el mismo por parte de los demás integrantes de la familia en actividades ambientales concretas, emergen como interesantes objetos para la investigación, pues los resultados emanados de ella podrían favorecer la instrumentación de políticas ambientales al respecto.
«Mientras la contribución de la mujer a la ordenación del medio ambiente no reciba reconocimiento y apoyo, el desarrollo sostenible seguirá siendo un objetivo difícil de alcanzar» (Informe de la Cuarta Conferencia Mundial de la Mujer, 2010).
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:
Calixto Flores, R. (1997). La Perspectiva de Género en la Educación Ambiental. En la Revista Xictli de la Unidad –UPN- 094. D.F. México.
Daltabuit, M. (1994). Mujer rural y medio ambiente en la selva lacandona, CRIM-UNAM, México.
Ezarruriz, M. (1987). Participación Institucional en la vida Campesina. División Agrícola Conjunta. CEPAL/ FAO. Santiago de Chile.
Lagarde, M. (1996). La perspectiva de género en Género y feminismo. Desarrollo humano y democracia. Ed. Horas y HORAS. España.
Pazmiño Montero. A. (2005). Las Mujeres Indígenas de Latinoamérica en la Agenda del Desarrollo. UICN. Ecuador.
Pazmiño Montero, A. (2006). Los Objetivos de Desarrollo del Milenio: Las opciones para las Mujeres Indígenas y la Pobreza. Ponencia de Seminario de Mujeres Indígenas, Territorialidad y Biodiversidad. Bogotá, 8 de Septiembre.