La honestidad es un valor moral positivo vinculado a la verdad y a la transparencia; y es lo contrario, claro está, a la mentira, la falsedad y la corrupción. Ser honesto es tener una actitud apegada a la verdad en nuestras relaciones con los demás, incluyendo nuestra familia, amigos, compañeros de estudio o de trabajo, vecinos y todas aquellas personas con las cuales nos relacionamos de una u otra forma.
La honestidad no solo es un valor que debemos ejercer, sino también es un valor que debemos exigir de los demás. La honestidad es una base fundamental para otros valores que se desprenden del ser honesto, por ejemplo, ser una persona leal, actuar razonablemente y ser justos.
Al ser honestos se supone no debiéramos tener contradicciones entre lo que pensamos, sentimos y hacemos. Desde esta perspectiva, la honestidad es el valor positivo que se contrapone al valor negativo que conlleva la hipocresía. Una de las cualidades que más tendríamos que buscar y exigir de las personas es la honestidad, esta es indispensable para que las relaciones humanas se desenvuelvan en un ambiente de confianza y armonía.
La honestidad garantiza respaldo, seguridad y credibilidad en las personas. Es uno de los valores de mayor importancia en un individuo, porque además de hacerlo una persona confiable, la honestidad lo vuelve saludable y vive armónicamente con su propio entorno y con el de los demás.
No podemos olvidar que los valores deben primero vivirse personalmente, antes de exigir que los demás cumplan con nuestras expectativas y lo que requerimos de ellos. La persona que es honesta puede reconocerse, entre otras cosas por: a) Ser siempre sincero en su comportamiento, sus palabras y sus demostraciones de afecto. b) Cumplir con sus compromisos y obligaciones. c) Reconocer sus limitaciones o imposibilidad de hacer o cumplir con algo, cuando en realidad así sea. d) Aceptar sus defectos y equivocaciones, y esforzarse por superarlos. e) Evitar la murmuración y la crítica destructiva que puedan afectar negativamente a los demás. f) Guardar discreción y seriedad ante las confidencias personales y secretos profesionales.
Cuando una persona miente o engaña, su espíritu entra en conflicto, la paz interior desaparece y esto es algo que los demás perciben, simplemente porque por más que se intente, esto es muy difícil de ocultar. Las personas deshonestas se pueden reconocer fácilmente, porque engañan a los otros para conseguir de una forma inmoderada un beneficio. Es muy probable que alguien logre engañar las primeras veces, pero al ser descubierto, irremediablemente será evitado por los demás o tratado con precaución y desconfianza.
En la vida puede que no falten los obstáculos para la honestidad, uno de los mayores tropiezos es la impunidad que permite que se puedan violar las leyes y traicionar los compromisos sin que ocurra nada. Otro factor que pudiera desviarnos es el éxito de los “vivos” y de los mentirosos, que hacen parecer ingenuas a las personas honradas y responsables, pues trabajan más y consiguen menos, aparentemente, que aquellas que viven haciendo trampas.
La falta de estímulos y reconocimiento para quienes cumplen con su deber y defienden sus principios y convicciones, a pesar de las dificultades que esto les pueda acarrear, pudiera ser otro factor que, aunque no justifica el hecho de ser deshonestos, pudiera influir fuertemente. Sin embargo, una persona honesta tarde o temprano es reconocida por vivir según este valor, y al ser una persona confiable, creíble y leal, encontrará que se le abran muchas puertas y se le presenten constantes oportunidades para alcanzar el éxito.
Mercadóloga especialista en Gestión de Proyectos. Capacitadora, motivadora, estratega y analista empresarial.