Carlos Daniel Jurado partió al cielo hace 2 semanas, dejando un legado en el futbol, principalmente en el Club Xelajú MC, donde dedicó muchos años de su vida y se identificó con esta institución en Guatemala.
Nació en Paysandú, Uruguay, en 1947. A los 17 años debutó con el equipo de su provincia, Bella Vista, para luego pasar a uno de los equipos más importantes de Uruguay, el Peñarol. Al año siguiente, se internacionalizó y viajó a Perú, donde jugó desde 1966 hasta 1971 para Porvenir Miraflores, Atlético Grau, KDT Nacional y, durante los últimos dos años, en el Universitario, saliendo campeón con este último equipo. Luego migró a España, donde jugó con los equipos Real Betis, Español San Vicente y Orihuela Deportiva en el año 1976.
En la temporada 1983-84, apenas terminando el Mundial de España 1982, Carlos Jurado inició su carrera como técnico en un club de Alicante, que era filial del equipo Hércules de la segunda división, en sus diferentes categorías formativas. Posteriormente, se le presentó una gran oportunidad de dirigir en la segunda división al club Hércules, donde el técnico Pachi había tenido una mala racha. Jurado entró al relevo e hizo historia al ascenderlo de segunda a primera, quedando en tercer lugar, ya que el primero y segundo eran filiales de clubes en la primera, y el reglamento impedía esos ascensos: eran el equipo de Castilla y el Athletic de Bilbao. Por tal razón, ascendió en un campeonato, donde fue la revelación. Al año siguiente fue cesado del cargo, pero hizo historia en dicho lugar con el Hércules.
En el año 2001, dejó huella en Perú, donde tuvo una época como jugador y llevó al equipo de Cienciano al campeonato, otorgándole el derecho por primera vez en la historia de jugar la Copa Libertadores, llevándolo hasta octavos de final, haciendo un papel digno e histórico. Años antes de llegar a la ciudad de Cusco, Perú, ya había dirigido al San Agustín y León de Huánuco, como también había tenido un paso por Centroamérica en el fútbol de El Salvador y Honduras con algunos equipos de renombre del istmo.
Luego vino a Guatemala en el año 2006 con el Xelajú MC, el cual lo hizo campeón de Liga y, posteriormente, en una segunda etapa, le dio el título de Campeón de Copa en el año 2011. Después llegó al futbol mexicano y tuvo dos facetas, con Tampico Madero y Estudiantes de Altamira en ligas de ascenso. Regresó también a Perú, pero terminó su vida en Quetzaltenango, Guatemala, donde regresó en dos facetas: en la primera como Coordinador de categorías inferiores y, en la última, se quedó definitivamente hasta su fallecimiento, como Director Deportivo.
Como hemos descrito toda una vida vinculada al futbol, a los que nos dedicamos al periodismo deportivo les llamamos a este tipo de personas 24/7, porque viven las 24 horas para el futbol. A pesar de que vivió en varios países, él nos confesó que, independientemente de sus títulos en otras partes del mundo, le había tomado cariño a esta tierra donde era feliz y trabajaba incansablemente para el crecimiento del Club. A pesar de no ser el técnico, sí era parte de la institución en el 2012 y este último 2023; lloraba de felicidad porque sabía que parte de las decisiones para la obtención de estos títulos él las tuvo que ver en las negociaciones de contratar a los técnicos y jugadores. Promovió y descubrió jugadores en otras ligas y ferias, tenía contactos en muchas partes del mundo a favor de los dirigentes y era parte de lo que hacía. Lo realizaba con pasión y amor. Sin duda, pasarán algunos años y no encontraremos tan fácilmente este perfil a la vuelta de la esquina.
Parte de su estabilidad emocional y laboral se la brindaba su esposa Guadalupe Alemán, a quien cariñosamente le decíamos «Lupita». Ella lo conoció en México cuando él dirigió allá, específicamente en Tampico Madero. Ella era periodista, y esa parte era clave porque también era una mujer que vivía para el futbol, y ambos se complementaban. Sin duda, le deja un vacío enorme a su esposa, quien también se identificó mucho con la Ciudad de Quetzaltenango. Se denominaba una «chiva» más. Ambos vivieron para el futbol, y los aficionados nunca los olvidarán como reciprocidad de ese tiempo invertido en el club y haberse encariñado con la ciudad. Hasta pronto, Carlos Jurado, y seguiremos charlando de este apasionante deporte allá en el cielo cuando nos reunamos de nuevo… Adiós, viejo querido.