PUNTUAL
Ahora que llega la Semana Santa tengo buenos recuerdos, que no rememoro con nostalgia, sino más bien con gratitud y alegría.
Corrían los años en que vivíamos como una gran familia, mis papás, don Victorino y doña Marta, mi abuelita Paula, y nosotros, los siete hermanos.
Cuando le preguntaban a mi papá, cuántos éramos, decía, “son bastantitos”, porque era una “marimba”, ahora las familias si bien les va son tres, o cuatro, sumando al chucho o al gato.
Ese tiempo pasó tan rápido, como agua entre las manos, que llegaban las tradiciones y estábamos juntos. En un abrir y cerrar de ojos, nos separamos todos, cada uno agarró su camino. Hoy de los siete hermanos, cuatro están en otro país, y los tres que vivimos en Guatemala, casi ni nos vemos, pero nos amamos.
En aquellos años, cuando llegaba la Semana Santa, gozamos tanto, no solo de la compañía, sino que de los sabores. Nunca olvidaré el olor a pan de yemas, recién salido del horno de leña, aún calientes llegaban hasta nuestra boca.
Mi padre con su arduo trabajo en el campo, siempre, nos dio el sustento y la alegría de las tradiciones y mi mamá con sus recetas no solo nos llenaba el estómago, sino que nos alimentaba el corazón.
Eran varios canastos, porque comíamos pan toda la semana y hasta después de Semana Santa, era la fiesta grande, eran las tertulias junto al café y los panes.
Quizás ni enfatizamos en aquel entonces en el significado de la Semana Santa, en el sentido de la Cruz, pero nuestro Creador se alegraba de vernos felices.
Mucho podemos meditar, reflexionar, creer, pero si no tenemos alegría, nada somos. ¡Feliz Semana Santa!
Periodista, comunicador y académico. Licenciado en Ciencias de la Comunicación, con tres maestrías en diferentes campos. CEO de LA VOZ DE XELA, conferencista y profesor universitario.