De nada sirve tener una mente sumamente creativa si esta es un completo desorden; se vive con ella en un constante estado de emergencia y pocas veces se puede salir si se carece de voluntad.
Es fácil decirlo y lleva trabajo ponerlo en práctica. Activar la creatividad para la escritura o la resolución de problemas no siempre llega inmediatamente o con solo desearlo. La creatividad muchas veces es producto de las experiencias que vivimos, es nuestra capacidad para proponer ideas o soluciones novedosas ante la realidad y también se complementa con la habilidad de organizar las experiencias diarias.
Cuenta la historia que en la antigüedad de la humanidad, la escritura parecía no ser necesaria y se resolvían a llevar el registro de cosas como granos o el ganado, con el contar de los dedos y confiar en la memoria. Podía por ello ocurrir que la oveja del vecino apareciera entre nuestro rebaño, o la cantidad de grano calculado “al tanteo” no fuera el suficiente. De ello decidieron dejar constancia en tablillas de barro o piedra que marcaran las cantidades de lo que se tenía, y a partir de ello saber cuánto había de algo dejó de ser problema, y surgió la dificultad de confiar en quien hiciera de contador; a esta habilidad de dejar registro, le añadieron los usos de legislación, control de las sagradas escrituras y registro de las historias del pasado.
También en la antigüedad y aún en recuerdo de ello; se reunían en torno al fuego y en el cruce de caminos, los grupos humanos a intercambiar historias de tiempos pasados, de “la primera vez de las cosas”. De manera que sin tener forma de registrarlo las historias cambiaban y se fortalecían con los ingredientes con los que las sazonaban las futuras generaciones.
Podemos decir con esto que los orígenes de la literatura y de la escritura son tanto mágicos como prosaicos. Pero esto ya no es nuestro caso, en la actualidad se nos ofrece una gran variedad de herramientas para dejar registro de lo que necesitamos decir, y de darnos la posibilidad de recomponer lo que decimos o de como lo decimos antes de emitir nuestro mensaje.
Para aprender de los antiguos y evitar los problemas que nos puede traer una creatividad desordenada: falta de concreción de ideas, dejar términos sin trabajar, olvidar algo importante o valioso; es de utilidad para el escritor de hoy llevar consigo un cuaderno destinado exclusivamente para las ideas y proyectos literarios.
No debe de ser necesariamente un cuaderno muy elaborado o con pasta dura, es irrelevante si es de cuadrículas, líneas o en blanco; aunque para el propósito de la poesía los cuadernos de líneas ofrecen la ventaja de permitir contar los versos escritos.
Consiga un cuaderno cualquiera, que no esté maltratado y un lápiz o lapicero para tomar apuntes; acompáñese de él a donde vaya; allí donde la inspiración le surja deberá anotar inmediatamente las ideas y a la hora de descansar déjelo sobre la mesa de noche.
Otros usos que puede tener el cuaderno de escritor para motivar su creatividad es el que recomienda Julia Cameron en El camino del artista, escriba tres páginas diarias antes de dormir, cuente lo que hizo, vio o pensó en el día. Familiarizarse con este proceso o normalizar su contacto con el papel y el lápiz, le permitirá perder el miedo frente a la hoja en blanco, y en el momento en que deba de poner a prueba su creatividad podrá encontrar que día con día las ideas son muchas y pueden interrelacionarse.
Ser un escritor constante, pero más importante uno organizado, es la clave para el éxito en la escritura y presentación de las ideas.
(Ciudad de Guatemala, 1990) Licenciado en Letras, escritor y editor. Para él la comunicación y la literatura son puentes para construir un mundo mejor. La historia y las tradiciones son el mejor recurso en tiempos de crísis. Tiene publicado dos libros Gestion de Proyectos (2019) e Irreverencias (2019). Ha ejercido como docente y corrector de estilo desde hace más de cinco años.