En la conmemoración del Día Internacional del Trabajo, existe más de un motivo por el cual marchar y exigir mejoras».
El ejercicio de una labor, como una forma de obtener los recursos económicos necesarios para cubrir las necesidades personales y de una familia, es tan loable como el servicio que se presta a los demás a través de ese mismo trabajo.
Dentro de la historia del ámbito laboral, pocas figuras hay tan importantes y destacables como los sindicatos, esa forma de organización gremial que representó un despertar en la conciencia de los trabajadores, surgido de un movimiento intelectual y social en diversos escenarios y con sus particularidades, principalmente en Inglaterra, en el siglo XIX, en la época final de la Revolución Industrial; se extendió de manera progresiva a los demás continentes, con variantes en el contexto de cada país.
Hoy, los sindicatos se mantienen, con una historia de más de cien años; sin embargo, en el país las principales organizaciones no están dentro del sector privado, que fue donde inició el movimiento, sino en las instituciones públicas.
Cierto es que las condiciones han cambiado, en la actualidad existe una mayor regulación laboral. Pero el espíritu de los gremios, aunque el movimiento sindical tuvo motivos subyacentes políticos e ideológicos, era buscar defender los intereses comunes de los trabajadores ante sus empleadores. Lamentablemente, a medida que crecieron, los sindicatos se burocratizaron y presentaron los mismos problemas de muchas de las instituciones.
Esto es lo que se vive hoy en día, grupos de poder a lo interno de las entidades públicas, que presionan y negocian con fines particulares, y no para una verdadera mejora de las condiciones de los trabajadores. Desde una perspectiva teórica, y quizá idealista, estas organizaciones deben funcionar para solucionar conflictos y no para crearlos.
Con el paso del tiempo, estos grupos gremiales se han ido desvirtuando, como ha ocurrido con otros movimientos, al alejarse del fin por el cual surgieron. Ejemplos al respecto sobran en el país, y también a nivel de cada región y departamento; porque de sindicatos han surgido malos dirigentes, que no alcanzan la categoría de líderes, algunos incluso han usado estos espacios para posicionarse y trascender a puestos públicos.
Habrá que preguntarse cómo ha sido posible que ese grueso de la población agremiada ha permitido durante años tales manipulaciones, siendo una cantidad suficientemente representativa como para mostrar resistencia y plantear un cambio.