Hoy será despedido, a las 15 horas en el Cementerio General de Quetzaltenango, un hombre entregado al servicio y víctima de las llamas en la terminal Minerva: Ciro Edgardo Camey Ovalle.
Como se trata de infortunios, nadie los espera ni desea, eso sí, llegan con fuerza y voraces. Muchas veces son acciones viales, otras, como este caso, incendios de grandes proporciones. El reloj marcaba las 18 horas del jueves reciente, cuando se declaraba un incendio en la terminal Minerva. Era estremecedor, porque parte de lo que se destruía eran juegos pirotécnicos listos para la venta en este fin de año. El humo se había propagado por toda la ciudad. Olía como si fuera fiesta, pero se trataba de todo lo contrario. Y aún no se conocía lo peor.
Transcurridas las 20 horas se supo, uno de los hombres más conocidos y con más experiencia, el oficial Ciro Camey, de la Quinta Compañía de los Bomberos Voluntarios, era declarado muerto en la emergencia del Hospital Regional de Occidente (HRO), a donde había sido llevado tras quedar atrapado en las llamas y sufrir quemaduras en toda su humanidad.
Este nuevo hecho recordó el voraz siniestro de julio de 2015, en el centro histórico de Xela, que destruyó casi una cuadra de comercios y dejó dos víctimas fatales en los días subsiguientes. Ahora fueron dos locales con cuantiosas pérdidas materiales y una vida que se lamenta profundamente porque no se encontraba ahí, sino que llegó para ayudar a su prójimo.
Después de lo ocurrido, vale la pena hacer algunas consideraciones necesarias. Primero, que todavía no hay una cultura de prevención, porque ese cortocircuito que habría originado el fuego se propagó más fácilmente con los juegos pirotécnicos que se encontraban depositados en el segundo piso de uno de los locales.
Debe haber una regulación de los productos, para no constituirlos en una bomba de tiempo y, además, una revisión periódica a los cableados en todos los negocios y casas, porque estos conductos tienen una vida útil, que no va más allá de 10 años.
En difícil decirlo, pero este triste hecho debe dejar un mensaje: que ninguna cosa vale la pena para arriesgar una vida. Los socorristas son los expertos y se exponen mucho, pero ese cálculo siempre debe anteponer la existencia misma. Seguramente hubo una falla o una circunstancia que complicó la salida de Ciro en medio de las llamas. Fue su determinación, carácter y valentía que lo llevaron al extremo de ayuda a frenar el fuego, pero le costó la vida. Él ahora es un héroe, pero debe ser un maestro en todos los sentidos, para no llevar al máximo el riesgo en estas circunstancias.
Ciro Camey fue considerado por sus compañeros como el mejor de ellos, el más entregado y disciplinado. Se caracterizó por ser un socorrista instructor, y para ello tuvo la oportunidad de formarse en varias ocasiones fuera del país y siempre regresaba a compartir lo aprendido. Descanse en paz un hombre que cumplió su propósito de servir.