Dice el refrán que no hay mal que dure cien años, pero para superar este hay que trabajar en formar a la generación que verdaderamente cambie la realidad del país y de la ciudad».
¿Cómo sería vivir en una ciudad sobrepoblada, de personas y vehículos, donde se produjera más basura; con un alto crecimiento comercial, formal e informal, calles dañadas, un sistema de transporte deficiente e inseguro, con problemas de inundaciones en la época de lluvia; donde más de la mitad de los recursos públicos se destinen al funcionamiento de las instituciones, que, sin embargo, estén limitadas para atender la demanda de los servicios; sin revitalización de espacios públicos y con un centro histórico, bello, pero descuidado; con algunos sectores desarrollados, otros desordenados y áreas marginales? Esta puede ser la ciudad de Quetzaltenango en un futuro cercano, porque varias de esas condiciones ya se manifiestan.
La segunda ciudad en importancia del país se acerca cada vez más a su quinto centenario, que se conmemorará en 2024. Una fecha que tendrán la oportunidad de vivir las generaciones presentes, y que irá acentuando su antigüedad. En la época precolombina ya existían poblaciones en Guatemala, sin embargo, a partir de la invasión y conquista por parte de los españoles, Quetzaltenango fue una de las primeras ciudades fundadas en el país, y en América, anterior incluso que Buenos Aires, Argentina, y Santiago de Chile.
Desde siempre, Xelajú (o más conocida con el acortamiento Xela), por diversas razones, ha sido una de las ciudades más importantes del país, de las más influyentes y productivas también, estatus que ha logrado mantener a pesar de las vicisitudes, lo que hace pensar que su gente, ubicación geográfica, topografía, historia y esencia indescriptible le representan ventajas, las cuales han coadyuvado a evitar perder esa relevancia, como ha ocurrido con otras importantes ciudades en el mundo; aunque varios factores parecen indicar que ahora sí va en esta tendencia.
Para que Quetzaltenango supere la situación actual y se proyecte como la ciudad que es, no será suficiente con la voluntad, ni solo con los recursos, tampoco bastará con las buenas iniciativas, los concesos y el “correcto manejo de los fondos”, la planificación y los proyectos, todo eso es importante; pero lo que hace falta es autoridad, no autoritarismo; verdaderos ciudadanos, en el concepto de personas sometidas a las leyes, titulares de sus derechos y miembros activos de su Estado o ciudad; y de parte de las autoridades, se requiere estadistas con un pensamiento claro que se anticipe al futuro, y no políticos del montón.
Afortunadamente no será Luis Grijalva el alcalde de los 500 años, tampoco su sucesor, sino quien le preceda a este; aunque la responsabilidad sigue siendo de todos, de trabajar para resolver los problemas, y no heredarlos con una mayor dimensión.