Desde pequeños hemos escuchado la historia del Nacimiento de Jesús y de todos los acontecimientos que dieron paso a este magno evento, solía imaginar la emoción tan grande que experimentaron los pastores al contemplar el anuncio del nacimiento de Jesús; la impresionante presencia de ángeles, la alegría y regocijo de conocer al Rey y Salvador del mundo de primera mano, imagino una y otra vez aquel escenario, destellos de luz cual fenómeno óptico en el cielo, quizá hombres, mujeres y niños que jamás imaginaron contar con el honor y privilegio de conocer al mismo Dios .
Sin etiqueta y protocolos fueron participes de este gran milagro, sus vidas en aquella oportunidad fueron marcadas para siempre al punto de anunciar a toda la gente la llegada del salvador a sus corazones y de cómo aquel grande amor envuelto en pañales podía estar al alcance de todo aquel que con humildad aceptará la invitación.
No puedo descartar la posibilidad de que en aquel momento atravesaba por sus mentes, ¿cómo presentarse ante un rey? Sin ofrendas ni regalos propicios para la ocasión , sin gala ni etiqueta, sólo su humilde presencia, corazones abiertos a recibir con gratitud tan grande amor, almas sencillas dispuestas a contemplar la belleza, grandeza y esplendor del redentor.
La mejor gala para vestir en navidad es presentarnos ante Dios con un corazón revestido de humildad, siendo portadores de buenas nuevas, anunciando que el Salvador nació y que siendo el Rey no escatimó hacerse pequeño para que reconozcamos su grandeza día a día.