Odette Scheel Aguilar, nacida en Quetzaltenango y quien vive desde hace 15 años entre Guatemala y Madrid, presenta su primera obra literaria.
Scheel Aguilar en el año de 1972 fue Señorita Quetzaltenango y representó la belleza de su tierra natal.
Durante el reciente confinamiento por la pandemia, mientras desarrolla una carrera en asuntos farmacéuticos regulatorios internacionales, escribió su primera novela, asignatura que tenía pendiente, bajo el título: Una vida, varios amores.
La novela está publicada en España y en Guatemala. La 1ª edición, Ediciones Vitruvio, Madrid, junio 2021 y la más reciente, 2ª edición, Novela Tattoo, Saqarik, Guatemala, agosto 2021.
La nueva novela está disponible en librerías Sophos.
El lanzamiento de la novela de Odette Scheel ocupó la portada del diario digital La Voz de Xela.Prólogo
Por José Félix Olalla Marañón
El compromiso de un novelista con sus lectores no consiste en atenerse a los hechos, al fin y al cabo, si hablamos de novela hablamos de ficción, pero sí el de proceder de acuerdo con una sinceridad interior, esa raíz que debe preservar cualquier persona consigo misma. Es lo que muchos autores califican de autenticidad y es lo primero que el lector aprecia al comenzar la lectura de esta narración de Odette Scheel.
Todo escritor, y más si es una mujer como en este caso, tiene al menos una historia que contar, la suya propia, que sin embargo, no se sostiene solamente de sí misma, separada o autónoma, sino que se potencia por las vivencias interiores que la acompañan.
Podemos argumentar que «Una vida, varios amores», primera novela de Odette Scheel, es una obra que fabula a partir de una situación propia, es decir, que parte de una experiencia para contemplarla y para enhebrar además una propuesta concreta de actitud. Convencida de que para obtener la felicidad es necesario trabajársela día a día, y que ser feliz es la condición mejor para acercarse al prójimo, Odette cree posible superar nuestros límites y corregir los errores.
Entre el documental y la costumbre, entre lo episódico y la capacidad de generar abstracciones, entre Marrakech y Ciudad de Guatemala, se nos invita a un viaje personal conducido por una mano sabia. En la línea recta que une Quetzaltenango con Madrid se nos propone una pauta para mejorar, para no dejarse abatir por las dificultades. Por muy apegada que parezca encontrarse con el relato objetivo, sin duda reconocible por sus allegados, Odette sabe sobreponerse y por tanto remontarnos a su propia fantasía y a sus ilusiones, en una relación dinámica con la objetividad.
Y a continuación está la forma. He aquí un lenguaje económico y flexible, coloreado por los ribetes propios, tan expresivos, de los modos centroamericanos que embellecen la lengua castellana. Es el idioma de Odette con el que se desea, como ya apuntamos, hacer reflexionar a hombres y mujeres sobre la forma de conducirse en las relaciones de pareja, las oportunidades de rectificación y la necesidad de fortalecerse para enfrentar el cáliz de amargura que todos los seres humanos, en un balance final, compartimos.
En 1967 la Academia sueca reconoció el valor de la narrativa guatemalteca otorgando el Premio Nobel de literatura a Miguel Ángel Asturias. En su comunicado oficial, la Academia reconocía los logros expresivos del escritor, arraigado en los rasgos y tradiciones nacionales de los pueblos indígenas de América Latina. Con el premio, también se pisaba la huella de precursores ilustres como José Milla y Vidaurre, considerado como uno de los fundadores de la novela en Guatemala o como Elisa Hall, autora de un libro discutido y emblemático que causó enorme sensación en su momento, Semilla de Mostaza.
El libro de Odette pertenece a otra época, a la nuestra. No reniega de aquel origen, pero deviene a ser una obra cosmopolita, comprometida con el mundo de hoy. Su autora es una farmacéutica guatemalteca que desde hace 15 años vive a caballo entre España y su patria. Ha llegado a la madurez y no ha dejado pasar la oportunidad de escribir este hermoso libro que el lector tiene ahora en sus manos. Ha querido expresarse y, como contrapartida, necesita ahora la cortesía que significa saber escuchar, saber leer con atención.
Escritora quetzalteca Odette Scheel Aguilar. Odette Scheel Aguilar en 1972 fue Señorita Quetzaltenango. Foto La Voz de Xela: cortesíaReseña de Arturo Monterroso
El libro de Odette Scheel nos cuenta la historia de una mujer apasionada que va al encuentro del amor, pero que no elude el sufrimiento ni la reflexión que le provee el dolor, la ausencia y la distancia. Margarita, la protagonista de esta novela situada en los linderos de la autoficción, es un ser humano sensible y fuerte al mismo tiempo, aunque a veces se derrumba, empujada por los golpes de la vida. Su voluntad irreductible la lleva a seguir adelante en una búsqueda de la felicidad, que encuentra en la familia, en la ciudad de sus raíces, en los viajes, en sus experiencias, en su profesión y en los hombres que ama, a pesar de los muchos encuentros y desencuentros a lo largo de los años.
La novela, narrada en primera persona y escrita a partir de un contrapunto entre el pasado y el presente, nos lleva de Guatemala a Marruecos, un país que la autora describe con primor y donde encuentra una frase que la hace reconsiderar su propia existencia: la prisa mata. Pero pronto nos conduce al Quetzaltenango de su niñez, a la casa paterna, a la zozobra del primer amor. Después vendrán el matrimonio, los años vividos en el extranjero, la alegría de los hijos y la satisfacción del trabajo, pero también el cansancio, la pena y el desamor. Y, cuando Margarita parece haber aceptado sin reticencias un futuro que llenará su casa únicamente de hijos y de nietos, un encuentro inesperado la lleva a una relación que, al principio, le parece tan peregrina como impracticable.
El lector encontrará en Una vida, varios amores una historia contada con un rico lenguaje cotidiano, una riqueza anecdótica que nos obliga a continuar leyendo y una honestidad que contribuye a la verosimilitud. Se trata de una ficción tan cercana a la realidad, tan humana y tan alejada de la impostura que terminamos identificados con el relato de Margarita, viéndonos en ese espejo de la alegría, la tristeza, la búsqueda, la nostalgia y el amor que es la celebración de la vida.
Odette Scheel Aguilar coronada como Señorita Quetzaltenango en 1972 en el Teatro Municipal de Xela. Foto La Voz de Xela: cortesía