Treinta y tres niños del primer grado de primaria de la escuela de la colonia San Andrés en Mazatenango, Suchitepéquez, reciben clases bajo un árbol de almendro.
Ahí, bajo el intenso calor de la costa sur guatemalteca, los niños reciben las primeras instrucciones de vida.
Los 33 niños están bajo la sombra de un enorme árbol de almendro, donde colocaron un redondel de concreto para que sirva como escritorio. Ahí se sientan y escriben, y reciben sus primeras clases.
Ellos no cuentan con un aula y este problema se repite con otros seis grupos estudiantes que fueron instalados en el corredor del establecimiento.
Pero eso no es todo. También carecen de escritorios y ante esto los padres de familia se han organizado para comprarlos. Ellos están dispuestos a hacer lo que sea para que sus hijos reciban clases.
Por estos días se ha observado a los padres de familia transportar pupitres para que sus hijos puedan recibir clases.
Los padres han hecho colectas que van desde los Q300 para comprar los escritorios. La idea es que no dejen de recibir la instrucción.
Aunque están conscientes de la desatención del gobierno y el Ministerio de Educación eso no los detiene para invertir en sus hijos y le exigen que las autoridades resuelvan el problema educativo.
La docente del grado, Irma Montalván, refiere que no cuentan con un salón de clases y por eso aprovechan la sombra del árbol de almendro.
Los padres de familia deben comprar escritorios.Sin embargo, los niños no prestan la atención debida por la incomodidad del lugar. Esta salida a la falta de respuesta del Estado es viable en la época en que no llueve, pero cuando los fuertes aguaceros azoten, será insostenible.
Elizabeth Altuzar, directora de la escuela, explica que este año aumentó la cantidad de alumnos, porque no pueden negar la inscripción de nadie, pese a la falta de espacio y mobiliario.
Los 33 niños de esta escuela, que reciben clases alrededor del árbol de almendro, se suman al resto de estudiantes que, por la falta de espacios adecuados, se educan en corredores, en una bodega convertida en aulas. Ese centro educativo necesita en forma urgente, al menos ocho salones y 200 escritorios para atender la demanda actual.