¿Por qué se considera la justicia y la paz dos valores inseparables? ¿Cuál es la relación que los enlaza?
Sin profundizar mucho en esta interrogante, salta a la vista la relación de causa y efecto. La justicia es un antecedente de la paz. Donde no hay justicia, no hay paz, o si acaso, se producirá una paz aparente.
Las personas, los pueblos y las naciones añoran la paz, ese estado de armonía, tranquilidad y seguridad, ajena a la guerra y a los sinsabores.
Muchas personas han dedicado largas horas a difundir sus creencias entorno a la añorada paz, otros líderes han sacrificado su vida para lograr la paz en su entorno.
Es tan importante la paz como valor universal que en 1895, por voluntad de Alfred Nobel, se instituyó el PREMIO NOBEL DE LA PAZ, como un galardón internacional que se otorga el 10 de diciembre de cada año a personas e instituciones que trabajan en beneficio de este valor. Este premio es elegido por el Comité Noruego del Nobel, y se entrega en la ciudad de Oslo, Noruega.
En una publicación de https://fundaciontelevisa.org se proponen algunos consejos para vivir en paz, sustentados en conceptos fundamentales, como dejar la violencia a un lado, ser tolerante y moderado en los puntos de vista. Se enumeran a continuación:
Amar, no controlar a los demás
Moderar las convicciones
Practicar la tolerancia
Ser pacífico
Reflexionar
Buscar el perdón, no la venganza
Encontrar la paz interior
Vivir alegre
Ser el cambio que desearía ver en el mundo
Ampliar la comprensión de la paz
17 personajes latinoamericanos han ganado el Premio Nobel de la Paz. Guatemala, Costa Rica y Perú una vez; Colombia y Chile dos veces; México tres veces y Argentina cinco. Quince hombres y dos mujeres. Entre las mujeres privilegiadas está la guatemalteca Rigoberta Menchú, en 1992.
En la familia, las escuelas y en las universidades, los padres y maestros pueden convertirse en líderes que fomentan la tan ansiada justicia, para conseguir como consecuencia la paz. Pueden trabajar para que los niños, adolescentes y jóvenes sientan la necesidad de imitar sus actitudes justas y pacifistas, pero no hay que olvidar, que más que las palabras, el ejemplo arrastra. Pueden, imitando a Jesús de Nazareth, desear que la paz sea parte del ambiente cotidiano, fomentándola, promoviéndola, enseñando a sus hijos y discípulos a resolver conflictos y problemas de una manera racional y no con sobresaltos y violencia.
Pueden aprovechar la técnica de las efemérides para recordar y profundizar en las acciones de personajes que han trabajado por la paz, tal es el caso de Martin Luther King Jr. Que en 1964 se hizo acreedor al Premio Nobel de la Paz por su labor en contra de la segregación racial, la discriminación y la pobreza. Como consecuencia de su trabajo se logró en EE. UU. la abolición de la discriminación racial en el trabajo y en las instituciones educativas. Creyó firmemente en el éxito que podría alcanzar con su estrategia: la no violencia y las ideas. Nelson Mandela, Premio Nobel en 1993, y símbolo emblemático de libertad e igualdad del siglo XX, líder dedicado al servicio por sus contribuciones a la paz mundial, derechos humanos y libertad, quien donó el premio de US$100,000.00 a Childrens Fund.
Después de reflexionar sobre estos conceptos, me puedo preguntar con toda honestidad: ¿Evito las injusticias? ¿Promuevo la paz en mi entorno?