Dios bendiga a Xelajú por los siglos de los siglos, y haga brillar perpetuamente sobre su cielo los signos de la grandeza y la concordia”. Alberto Velásquez
Estudios geológicos informan que el istmo centroamericano no existía hace 200 millones (época Jurásica), de manera que América del Norte y América del Sur estaban separadas por el mar. No es sino hasta el Mioceno —hace unos 12 millones de años— que se cierra por completo la conexión entre los océanos Pacífico y Atlántico, conformándose el “arco” o cadena volcánica que hoy conocemos como istmo centroamericano, en el que se localizan varios valles de ceniza volcánica (piroclásticas); siendo uno de estos el valle en que se ubica Quetzaltenango, con un área aproximada de 400 kilómetros cuadrados, de los cuales 120 pertenecen al municipio del mismo nombre.
Es por lo que el municipio de Quetzaltenango se encuentra rodeado por majestuosos volcanes y montañas, que le dan un marco de natural belleza. Así, al sur de la ciudad se ubican el Cerro Quemado (antiguo volcán Lajuj Noj, que explotó en 1765) y el volcán Santa María, con su cono perfecto y una altura de cerca de 3,900 metros; al poniente la cordillera del antiguo volcán 7 Orejas; al norte la serranía de Santa Rita, y al oriente el cerro “El Baúl”.
Esta conformación volcánica ha creado dos sitios de gran atractivo turístico: la Laguna de Chicabal —cráter del volcán del mismo nombre, situado en San Martín Sacatepéquez, que se encuentra a una altura de 2,172 metros sobre el nivel del mar— (más bajo que la Ciudad de Quetzaltenango, situada a 2,300 metros s.n.m.); y varios baños termales de origen volcánico, siendo uno de los principales el conocido como “Las Georginas”, en el municipio de Zunil. Tanto San Martín como Zunil son municipios muy cercanos a la ciudad de Quetzaltenango.
El sitio en que se ubica la ciudad de Quetzaltenango ha sido habitado por cerca de mil quinientos años, siendo sus primeros pobladores los mam, quienes lo llamaron k´ulajá (por garganta de agua). Más tarde (hacia mediados del Siglo XV) fueron expulsados por los k´iche’ —de origen Tolteca— quienes al sitio llamaron Xe Laujuj Noj (abajo del volcán Lajuj Noj). En 1524 llegan los conquistadores españoles, quienes a su vez invaden el sitio, dándole ahora el nombre náhuatl de Quetzaltenango (en la muralla del quetzal), con el que actualmente se reconoce a la ciudad y al departamento de la que esta es cabecera. Los primeros años después de la Conquista, los españoles se situaron en la actual Salcajá, en donde el 12 de mayo de 1524 se oficia la primer misa en tierra “centroamericana”, en el sitio que hoy ocupa la Ermita de San Jacinto, o de la Virgen de Concepción.
De tal cuenta, y debido también a posteriores inmigraciones europeas, la ciudad de Quetzaltenango ha sido un crisol cultural en donde conviven diversas etnias, constituyéndose así en una ciudad intercultural. Gracias a ello se vive una serie de tradiciones multicolores, entre ellas los “bailes de la conquista”. Otra tradición es la indumentaria, especialmente de las mujeres, conformada por bellísimos güipiles, “cortes” (la falda), fajas (cinturón), perrajes; todo ello conocido popularmente como “trajes típicos”. El uso del incienso en las ceremonias religiosas, así como la elaboración de “alfombras” de aserrín teñido, forman parte del sincretismo religioso que vive esta sociedad multicultural.
Algo muy importante de las tradiciones es la gastronomía, en la que hay que mencionar deliciosos platillos como el pollo en jocón, pepián, chuchitos, y otras comidas acompañadas de exquisitos recados preparados con variedad de semillas. Muy reconocidos son los famosos paches, las “roscas de feria” y las shecas.
En las ferias hay todo un derroche de ofertas culinarias, juegos mecánicos, exposiciones, etc. La más importante es la “Feria de Independencia”, que se realiza durante una semana alrededor del 15 de septiembre. Pero además hay ferias de barrio durante la época de Cuaresma.
Debido al terremoto ocurrido en Santiago de Guatemala en 1773, algunas familias de criollos y peninsulares optaron por trasladarse a Quetzaltenango, habiendo logrado gran influencia comercial y política, con lo que alcanzaron poder y preeminencia hasta lograr, según informa el acta del 3 de enero de 1806, la oficialización del “Ayuntamiento de la Ciudad de Quetzaltenango”, eligiéndose como su primer alcalde al señor Francisco de Gregorio y Pinillos.
Años más tarde, en 1825, Quetzaltenango fue elevada a la categoría de ciudad, según Decreto 69 de la Asamblea, el 29 de octubre de ese año, a propuesta de don Juan José Flores, hermano del Doctor Cirilo Flores.
Durante el Siglo XIX la importancia de Quetzaltenango fue de primer orden, debido a su pujanza económica; en su territorio se instaló la primera industria rural: la fábrica de hilados Cantel; el Banco de Occidente, y otras importantes empresas, convirtiéndose la ciudad en residencia de pujantes empresarios. Derivado del auge económico del siglo XIX, y como consecuencia de ello, en la ciudad se construyó una serie de importantes edificaciones, como el magnífico Teatro Municipal (construido en 1891 y reconstruido en 1902 después del terremoto del 18 de abril); el Pasaje Enríquez (muy visitado por turistas y propios); el Templo a Minerva (construido durante el gobierno del licenciado Manuel Estrada Cabrera); y otros edificios de estilo neoclásico o clasicista que le dan a la ciudad una belleza y originalidad única en Guatemala.
La importancia histórica de Quetzaltenango se debe también a varios acontecimientos políticos, entre los que destaca la creación y funcionamiento —de 1838 a 1840— del Sexto Estado de la Federación Centroamericana. Otro importante hito lo constituye la Revolución de Occidente de 1897, cruento suceso originado por la decisión de alargar su periodo presidencial el dictador Reina Barrios, imposibilitando con ello las elecciones que se realizarían aquel año, lo que originó dicha revolución. Hoy puede observarse en el ingreso a la Ciudad el monumental “Arco conmemorativo a la Revolución de 1897”.
La Plaza Mayor o Parque Central de Quetzaltenango (denominado actualmente como Parque a Centroamérica), encierra un profundo contenido histórico, que se evidencia con los edificios que se encontraban a su alrededor, algunos de los cuales aún hoy se conservan. Así, al norte se ubicaba el portal de Sánchez o de las panaderías (actualmente sitio que ocupa el edificio de Banco Industrial, diseño original de Carmen Rímola); al oriente el portal de Anguiano o de las mantequeras (hoy sitio del edificio Rivera, diseñado por Francesco D´Amíco); la Casa Consistorial (hoy lugar del edificio de la Municipalidad, diseño de Domingo Goicolea); y la iglesia del Espíritu Santo y Convento de los Franciscanos (hoy sitio de la Catedral de Quetzaltenango y sede del Arzobispado de los Altos). Al sur se localizaba el cementerio, en terreno que pertenecía a la Iglesia (en este sitio se construyó, por órdenes del general Justo Rufino Barrios, el edificio de la Penitenciaria, hoy Casa de la Cultura). Al poniente, el Convento de Belén (lugar que ocupa Casa No’j, y que fuera propiedad del licenciado Manuel Estrada Cabrera, y más tarde el edificio de Gobernación). Y en donde hoy se encuentra el edificio conocido como Pasaje Enríquez (diseño de Alberto Porta) se encontraba el Cuartel General, edificio de dos plantas que fuera la “Casa Real” y sede del Corregimiento. Le sigue al norponiente el edificio que hoy ocupa el hotel Villa Real.
Al centro de la Plaza Mayor se localizaba el portal de las Banderillas, que dividía la plaza en dos espacios, uno, el del norte, dedicado al comercio (mercado), con una fuente central que abastecía de agua a la población; y del lado sur de la plaza, el espacio dedicado a usos religiosos, en medio del cual se encontraba una gran cruz de madera. Del diseño original de la Plaza Mayor nos queda la evidencia en grabados que realizó el escocés Frederick Catherwood en 1840, y las fotografías del inglés Eadward Muybridge realizadas en 1875.
En la mitad de la Plaza Mayor se encontraba la “Torre de Centroamérica”, la cual fue “dinamitada” en 1935 por órdenes del general Jorge Ubico, quien también ordenó el traslado del quiosco que adornaba la plaza al Parque a Minerva (cercano al actual Zoológico), construyéndose en su lugar un redondel con sillares en piedra, columnas y remate superior en forma de anillo, al que se le conoce como “el peladero”. En el sitio que ocupaba la torre se construyó el monumento a Justo Rufino Barrios, obra del escultor Rafael Yela Günther.
La ciudad de Quetzaltenango se constituyó también en sede del liberalismo, con lo que muchos pensadores e intelectuales de ese signo ideológico se radicaron en ella; este asunto fue causa de lucha permanente con guatemaltecos de la capital de pensamiento conservador. Adicionalmente, y como consecuencia de todo lo anterior, la ciudad adquirió su prestigio como un foco cultural y educativo; prueba de ello es el evento anual de Juegos Florales Hispanoamericanos, todo lo cual le ha dado a Quetzaltenango una distinción y rango del que actualmente se enorgullecen sus habitantes. Hoy la ciudad de Quetzaltenango es reconocida como “cuna de la cultura”, misma que se expresa en sus diversos ámbitos: en las artes plásticas con artistas como Humberto Garavito, Arturo Martínez, Efraín Recinos, Rodolfo Galeotti Torres, Carlos Mérida, Agatón Boj; todos ellos han descollado como grandes pintores y escultores. Renombrados son también excelsos artistas de la literatura, entre ellos: Osmundo Arriola, Alberto Velásquez, Víctor Villagrán Amaya, Werner Ovalle López. En la música, especialmente de marimba, han destacado: Jesús Castillo, Ricardo Castillo, Mariano Valverde entre los más reconocidos; fue en Quetzaltenango que se inventó la marimba doble. Durante su historia, ha sido en Quetzaltenango en donde se ha escrito la más bella y variada música que recoge el espíritu e identidad del pueblo. No se debe olvidar a científicos de la talla del doctor Rodolfo Robles, del doctor Carlos Federico Mora, del ingeniero Francisco Vela.
Por Francisco Roberto Gutiérrez Martínez
Quetzaltenango, 14 de mayo de 2018