Recién terminamos la fase de la Cuaresma -digo, terminamos porque de una u otra manera el 98% de los guatemaltecos convivimos esa fase, como creyentes o no creyentes, católicos o no, católicos, incluso, los ateos, vivieron a su modo estos cuarenta días-, el Domingo de Resurrección, casi todos al unísono exclamamos ¡resucitó!, ¡resucitó!; qué buena noticia, es el momento cumbre del plan del Ser Supremo hacia la humanidad. Resucitó.
Hasta acá, la tarea del enviado -JESÚS- para redimir a todo aquel que aceptase su plan, terminó, ahora, es asunto suyo y mío seguir caminando, hasta dónde entiendo, nadie está obligado ni amenazado para seguir ese plan y vivir en completa armonía con su creador -TRINIDAD-, tenemos libre albedrío; a estas alturas de la lectura, más alguno se ha preguntado bueno, pero qué carajos es ese plan -coloquialmente hablando-, ahí les va: AMARÁS A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO. -Mateo 22:39-
Cualquier cosa que hagamos sin tomar como base la premisa de ese plan, simple y sencillamente será eso, “una cosa”. Por su puesto, es bueno, saludable y recomendable ir a la iglesia y participar del culto o misa, también diezmar, ofrendar, orar, rezar, reitero, lo que se nos antoje, pero, lo insustituible será, AMARÁS A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO.
Así las cosas, entonces, manos a la obra, el tiempo apremia. Al parecer desde hace ratos hemos olvidado o casi olvidado este mandamiento. Miremos a nuestro alrededor, nuestra sociedad ha sufrido una debacle de moralidad, de solidaridad, sin temor a equivocarme convertimos lo sagrado en común, es decir, descuidamos la fertilización de la base de la sociedad, la familia, es decir, la sagrada familia, sin darnos cuenta la convertimos en algo común. Estamos enfocados y empecinados en poseer lo que no necesariamente es prioridad -joyas, ropa de marca, una cuenta bancaria con saldos de 5 cifras, etc.-, desvirtuamos nuestro sagrado trabajo.
Nuestros ancestros valoraban en gran medida su palabra, su lealtad, con un apretón de manos y mirándose a los ojos sellaban el compromiso adquirido, hoy en día, falsificamos documentos, huellas dactilares, declaraciones juradas y nos importa un comino la reputación, la ética y todos los valores vinculados en ello. Convertimos lo sagrado en común.
Estimado lector, no hay vuelta de hoja, no hay mañana, debemos morir y morir de cruz -parafraseando, clavar en la cruz, nuestra soberbia, egoísmo, ecpatía, indiferencia, y, por supuesto, nuestra naturaleza corrupta-. Es maravilloso saber que, resucitó, pero, y, ¿nosotros estamos dispuestos a morir y especialmente, resucitar?
Por su puesto, se vale cansarse, detenerse o quizá caerse, porque eso nos permite reflexionar, tomar fuerzas, también cambiar de estrategia y luego seguir avanzando y volver a empezar. Empresario, empleado público, político, funcionario del Estado, cristiano, autoridad comunal, etc., valoremos y honremos la autoridad que se nos ha encomendado, reitero lo dicho en otras ocasiones, la autoridad la debemos administrar con responsabilidad.
NO PERMITAMOS QUE LO SAGRADO, SE VUELVA COMÚN. Dante Gebel
Arnoldo Soch Tzul
Contador público y auditor, docente universitario y ex alcalde comunitario.