De acuerdo a algunas circunstancias ocurridas en nuestra cotidianidad, todos hemos considerado la necesidad de realizar cambios en nuestra vida, los que abarcan nuestras facetas: social, laboral, profesional y sentimental. Sin embargo, en ocasiones no logramos comprender que el cambio por sí solo no es suficiente, pues muchas veces la necesidad de cambiar nos lleva a realizarlo de una manera autoimpuesta y no de forma razonada, lo que da como resultado que los efectos no sean los esperados.
Los cambios que se realizan como producto de una necesidad, deben quebrantar la resistencia natural que las personas tenemos a modificar algunos aspectos de nuestra vida; en consecuencia, todo cambio que no se realice de forma razonada y meditada, puede propiciar efectos contraproducentes para nosotros. En tal virtud, no todo cambio siempre será positivo, en ocasiones el mismo trae consigo resultados adversos a los esperados; es decir, se cambia para empeorar.
Derivado de lo anterior, el cambio significa básicamente sustituir una cosa por otra, tal puede ser el caso de cambiar un trabajo por otro; no obstante, la transformación es una acción poderosa que nace desde la conciencia del individuo; por tanto, es aquella que nos despierta un sentido de pertenencia y apropiación que nos lleva a promover resultados que incidan de forma positiva en nuestra vida.
De tal manera que, cuando una persona se plantee darle un giro a su vida y por ende a su entorno, debe promover una transformación en su conducta y no un cambio. Concluyo con la frase del autor indio Sadhguru Jaggi: “La transformación no es una ambición o incluso una aspiración. Es una evolución”.