Existen diferentes profesiones, trabajos y oficios a los que las personas nos inclinamos realizar para lograr el sustento personal y familiar, así como alcanzar el disfrute y realización individual. Dependiendo los gustos y habilidades, así como la pasión y empeño con las que se desarrollen las actividades cotidianas, permite que algunos sobresalgan más que otros y eso está bien, pues ésta vida es de y para quienes día a día se motivan así mismos para alcanzar la plenitud.
La vida está llena de oportunidades y cada día representa una nueva (oportunidad) para alcanzar nuestros proyectos. Magnífico sería que todos nos alegráramos del éxito ajeno; no obstante, la realidad para algunos es todo lo contrario. Claro está que “no somos monedita de oro para caerle bien a todos”, pero nuestros triunfos, metas y proyectos alcanzados no deben ser motivo para generar ningún tipo de animadversión en los demás.
Los seres humanos somos un cúmulo de sentimientos, algunos positivos y algunos otros no tanto; por consiguiente, aquellas personas que sufren y sienten rencor porque ascendieron de puesto a un compañero de trabajo, sí les incomoda que otras personas sobresalgan más que ellas en la disciplina o profesión que comparten, es probable que lo que tengan sea envidia pura y dura, trayendo consigo otro sentimiento peligroso como la frustración, la cual no debe tomarse a la ligera, porque de ella se derivan la cólera, tristeza y ansiedad, envenenando parte de su alma.
Con el tiempo he llegado a entender que, el verdadero envidioso no es aquel que desea lo que yo tengo; por el contrario, su deseo siempre será que yo no lo tenga, aunque él tampoco pueda tenerlo, evidenciando de esa forma un alto grado de frustración. En palabras del fallecido empresario mexicano Alberto Ciurana “El envidioso siempre te mira de arriba abajo, buscando algún defecto. Si te lo encuentra, comenta; si no te lo encuentra, lo inventa”.