Cuando una persona nos tiene envidia, odio, rencor y resentimiento, tiende a desprestigiarnos. Alguien desprestigia al otro, cuando ve que el otro tiene más éxito que él o ella, o bien cuando simple y sencillamente se siente desplazado o superado por los demás. Hay ocasiones, en las que, la impotencia y la mediocridad hace que alguien caiga en la trampa del desprestigio.
Un ejemplo de una campaña de desprestigio fue Pablo (Gal 1, 13-24). Algunos gálatas buscaron varias maniobras para desprestigiarlo, afirmando que Pablo no fue apóstol directo de Jesús y que antes había perseguido a la Iglesia. Querían destruirlo.
Esto de las “campañas de desprestigio o campañas negras”, siempre han existido en la historia de la humanidad. Existen en todo tipo de instituciones actualmente. Si observan las redes sociales, esas campañas de desprestigio político ya se activaron. El objetivo es hacer quedar mal al otro. Eso que no nos extrañe.
Lo más triste es que estas campañas de desprestigio también existen dentro de la iglesia. Como nadie es monedita de oro para caerle bien a todo mundo, de repente surgen algunos que inventan y afirman cosas que nada que ver con la realidad. El diablo se les mete tanto, que buscan una y mil formas para hacer quedar mal al otro. ¡Y somos cristianos!
En el caso de Pablo, creo que la campaña de desprestigio que le hicieron algunos gálatas, no le quitó el sueño. Pero lo que critica Pablo es la conducta de algunos ¡insensatos gálatas! Obviamente estos cizañudos no lograron su cometido, pero hicieron todo lo posible por destruirlo y hacerlo quedar mal ante los demás.
¿Ha sido usted víctima de una campaña de desprestigio? Me imagino que sí. Cuando esto le suceda, trate de mantener la calma y la serenidad. Ponga todo en las manos de Dios, y ya verá que nada le pasará. Cuando la vida de uno depende de Dios y Dios conoce nuestros corazones, no pasa nada. Los cizañudos tendrán que tragarse sus propias palabras.
La persona autora intelectual y material de las campañas de desprestigio, deja en claro quién es. Es una persona insegura, con baja estima y con una buena dosis de mediocridad. Son personas rencorosas que quieren continuar haciendo daño por donde les hicieron daño. Algunas tienen un complejo de superioridad muy alto, que les hace creer que ellas son indispensables y que son los dueños de la verdad. Son personas manipuladoras y con una mentalidad “tipo pavorreal”. Un pavorreal, de frente, es muy hermoso; pero por de detrás, no tanto.
Sugiero que, aunque a veces, tengamos razones para levantar falsos testimonios de los demás no lo hagamos. Nosotros tenemos que marcar la diferencia, porque el “mal hace, mal acaba”. No nos embarremos de estos manipuladores. Nosotros hagamos el esfuerzo de ignorar, procesar y seguir para adelante. No vale la pena investigar o descubrir quién dijo “x” o “y” cosa. Nosotros, cuando queramos expresar algo, hagámoslo cara a cara y de frente. Nunca actuemos como hipócritas y fariseos “pelando” a las espaldas a quien no nos cae bien, porque tarde o temprano alguien lo hará por nosotros.
Si no tenemos nada bueno que decir de los demás, no hablemos. “Calladitos nos vemos más bonitos”. Para todos aquellos que están siendo victimas de una campaña de desprestigio, tengan paciencia, porque muy pronto la vida le devolverá al inventor de falacias lo que merece. Nosotros en cambio, tratemos a los demás como nosotros queremos ser tratados.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.