La vida es una sumatoria de momentos. Algunas veces, de momentos agradables; otras, de momentos desagradables. Las razones son diversas, puesto que las cosas no siempre nos salen como queremos o como las planificamos. Y entonces surge la idea de “colgar la toalla”. Pero en esos momentos duros de la vida, hay que pensar que son “momentos”, es decir, son episodios que durarán por algún tiempo. Todo depende de cómo los asuma cada uno.
Es normal que de vez en cuando el ser humano experimente momentos de soledad y abandono. A pesar de estar seguros que venimos a este mundo con un propósito, puede ser que algunos lleguen a pensar que su existencia y lo que hace no vale la pena. Algunos posiblemente hasta se arrepienten de haber nacido: “¡Ay de mí, madre mí! ¿Por qué me engendraste para que fuera objeto de pleitos y discordias…? (Jr 15, 10).
En el camino de la vida encontramos un poquito de todo. Hay personas que nos aprecian, y valoran lo que hacemos; pero hay otras, que nos envidian y buscan la forma de desprestigiarnos y destruirnos. Algunos piensan que todo lo que hacemos está mal; otros, simplemente construyen trampas para que caigamos en ellas. Lo triste y lamentable es que, esas personas que nos difaman y traman el mal en contra nuestra, son personas que se han sentado en algún momento en nuestra mesa.
Cuando uno sienta que los envidiosos pueden hacernos daño, tenemos que prepararnos para no sucumbir ante sus amenazas. Es ahí cuando debemos recordar estas palabras: “lucharán contra ti, pero no podrán contigo, porque yo estaré a tu lado para librarte y defenderte…” (Jr 15, 16-21). Independientemente de la religión o creencia que se profese, hay que tener siempre presente que existe un ser Supremo que está a nuestro lado para protegernos.
Las crisis profesionales y vocacionales nunca desaparecerán del todo en nuestra vida. De vez en cuando se asoman. Son una manera de cómo el mal se hace presente en nuestra vida. Y el mal se manifiesta en aquellos que planifican el mal contra nosotros. Pero nunca hay que darse por vencidos. Es de sabios aprender a caminar entre el lodo sin contaminarse.
En la vida nos vamos a encontrar con crisis emocionales, crisis laborales, crisis familiares, crisis académicas y crisis espirituales. Este conjunto de crisis es el detonante para caer en una “crisis vocacional/existencial”, que nos hace creer que lo que se ha hecho hasta el presente no vale la pena.
Sin embargo, mientras se esté vivo, todo tiene una solución, todo tiene una salida. Las crisis personales vocacionales son las mejores oportunidades para crecer y para echar a andar nuevos proyectos que le den sentido a lo que hacemos. Podemos levantarnos de las crisis y convertirlas en oportunidades.
Si en dado caso está pasando por una crisis vocacional, existencial o de alguna otra índole: ¡Tranquilo! No pierda la paz y la serenidad. Eso que está viviendo tiene una razón de ser. Haga una breve reflexión personal, hable con su yo profundo y hable con Dios. Después de este proceso de discernimiento tome las decisiones más coherentes con los anhelos de su corazón. Pero nunca desista sólo porque está pasando por una noche oscura; recuerde que “el que persevera, alcanza”.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.