Llegó la hora: 18 de marzo es la fecha señalada por el Tribunal Supremo electoral, para iniciar la campaña por parte de quienes aspiran a la presidencia, a una diputación en Guatemala y el Parlamento Centro Americano y las alcaldías en los distintos municipios del país. Los aspirantes propuestos por los partidos políticos (para alcaldes por los comités, si los hubiera) habrán seleccionado “sus mejores” alfiles para participar en la contienda y los candidatos, habrán de estar ya preparados, para convencer y atraer a los electores. Por su parte, los electores, tendrán la oportunidad de escuchar las propuestas para seleccionar lo que, según ellos, más convine a Guatemala. Hasta aquí, esto es lo que formalmente, encontramos en el proceso electoral pero, la realidad y situación que actualmente se confronta en el país, da lugar a una reflexión sobre el papel que han desempeñado los partidos políticos en general y, en particular, evaluar el desempeño de quienes, en procesos eleccionarios anteriores (sin excluir los que concluyen a finales del presente año), han tenido en el ejercicio del poder para emitir un voto razonado y de reconocimiento o de castigo, según sea el caso. De acuerdo con la experiencia, los resultados obtenidos no son nada halagadores; desafortunadamente, los partidos y a quienes han llevado al ejercicio del poder, con honrosas excepciones, no le han respondido a Guatemala: la han defraudado y, esta percepción, la confirma la crisis que actualmente se confronta en el país. Así entonces, frente a una inocultable realidad como tal, es inexcusable meditar el voto para no pecar de masoquismo electoral y, por añadidura, convertir al votante en cómplice de la inexperiencia y corrupción de que se señala a no pocos funcionarios electos en los tres poderes del Estado.
Muchos de los aspirantes, aparentemente (pueden surgir eventualidades), tienen asegurada su participación; otros, buscando finiquitar su situación para poder inscribirse y algunos más, en la mira de algunas denuncias que habrán de solventar; lo cierto es que mucho está en veremos y toda duda será despejada hasta el día en que, previa depuración de las formalidades legales de los contendientes, se inicia la campaña y propaganda electoral. Llegado este momento, los candidatos tienen la cancha despejada para dar lo que son, lo que ofrecen, y demás etcéteras. Por su parte, los electores, tienen, frente a ellos, la posibilidad de analizar cuanto corresponde para tomar la decisión de por quién votar. Recordemos que, por el lado de los electores, existe lo que se le conoce como voto duro: voto que, por diferentes razones e intereses personales, el candidato tiene asegurado. Aparte, o fuera de estas formalidades, es obligatorio, necesario y hasta moralmente indispensable, meditar sensatamente por quien emitir el voto: está en manos del elector, cambiar el rumbo de Guatemala para rescatarlo del cochinero y lodazal en que lo tiene la corrupción e impunidad de quienes, con honrosas excepciones, han ocupado y los que se encuentran en el ejercicio del poder; no meditarlo sensata y patrióticamente, es ejercer el voto, ni más ni menos, que masoquistamente. Por analogía, semánticamente o, por un simple juego de palabras, políticamente, es masoquista, aquella persona que emite su voto buscando superar la crisis y mejorar la situación de Guatemala y lo que consigue, es empeorarla: busca satisfacción y, lo que logra, es arrepentimiento y decepción; en tal caso, se está votando por hacerle daño a Guatemala por cuatro años más, como lo confirma la situación actual.
En resumen, estamos en el inicio de la competencia electoral. Ya el Tribunal Supremo electoral, ha pavimentado la carretera por donde habrán de transitar, todos los protagonistas: autoridades, partidos, candidatos y sus propagandistas, electores, etc., etc., etc. Según las nuevas disposiciones, habrá severo control del financiamiento, los regalitos: recordemos que, hace cuatro años, abundaron las gorras, playeras, otras demagógicas regalías y hasta bolsas de pan (esto último, por la cercanía de Semana Santa); en fin, en la charola electoral, tendremos tamales de arroz, de papa, con chile, de dulce y muchas otras chucherías más, pero cuidado, mucha precaución, algunas pueden tener acíbar y el acíbar, es muy amargo como amargo puede resultar, votar por el candidato menos indicado.
Soy un profesional comprometido con la transparencia, la crítica y la propuesta, e identificado con los problemas sociales; los intereses y necesidades de los de a pie. / lufesaldy@hotmail.com