El planteamiento que la Unesco hace de los cuatro pilares de la educación o del conocimiento, surge del reto de la educación en el siglo XXI, considerando los enormes cambios que han propiciado la sociedad de la información y la sociedad del conocimiento. La educación, según plantea la Unesco, debe en la época actual, “proporcionar las cartas náuticas de un mundo complejo y en perpetua agitación y, al mismo tiempo, la brújula para poder navegar por él” (Delors, 1994). Es decir, explicar el entorno y orientar para saber cómo vivir en él de la mejor manera, en lo personal y colectivo.
La definición de los cuatro pilares es fundamental para profundizar en sus fines y poder llevarlos a la práctica. Aprender a conocer. Este concepto, que era el principal en la educación tradicional, no se limita en este caso al simple acto de transmitir y adquirir conocimientos, por el contrario, trasciende a la capacidad para entender el conocimiento y generar nuevas ideas. Lo que la Unesco llama: aprender a aprender (Comisión Internacional sobre la Educación para el siglo XXI (Unesco)). Aprender a hacer. Se refiere a la comprensión de los procesos para poder hacer frente a diversas circunstancias, de ninguna manera debe considerarse como el aprendizaje de una acción determinada, sino al desarrollo de la capacidad para trabajar en equipo y encontrar siempre las mejores soluciones en los distintos contextos. Aprender a vivir juntos. Aunque el enunciado sea fácilmente comprensible, es necesario explicar que dicha convivencia se basa en un enfoque pluralista, de respeto y tolerancia. Queda claro que en este pilar están más presentes los valores morales, que permiten en este caso, entre otras cosas, interactuar, respondiendo a la necesidad intrínseca del ser humano de ser parte de una colectividad. Aprender a ser. Este último elemento tiene una relación directa con el anterior, ya que implica el respeto a la identidad y las diferencias individuales. El aprendizaje en este punto se orienta hacia el desarrollo de una personalidad propia y la autonomía. Además, incluye la valoración de cada una de las capacidades, o inteligencias múltiples.
En nuestro contexto existen dos factores que limitan que la educación se base en estos pilares, la priorización de la adquisición de conocimientos (aprender a conocer) y en menor medida el aprender a hacer, y que las instituciones educativas “responden de manera puramente cuantitativa a la insaciable demanda de educación, que entraña un bagaje escolar cada vez más voluminoso” (Delors, 1994).