El “yo” de cada persona está inmerso en una realidad compleja en donde cada uno tiene la oportunidad de hacer el bien o hacer el mal. En esa realidad en donde yo y ustedes estamos, está también la realidad del sufrimiento, el dolor y la muerte. Son realidades, hasta cierto punto mistéricas, porque no son tan fáciles de comprender. Sin embargo, hay que llenarse de valor y coraje y enfrentarlas con una actitud proactiva y sin miedo.
El sufrimiento, el dolor y la muerte son realidades con las que convivimos todos los días. La actitud asumida es determinante para que no sean estas realidades las que nos gobiernen, sino que seamos nosotros las que aprendamos a relacionarnos con ellas, y no permitirles que se conviertan en asesinas de sueños e ilusiones. Vivirlas con coraje vale la pena.
Cada día tiene sus propias circunstancias. En mi caso, porque este 13 de marzo del presente año fui testigo de la muerte de mi madre. Mi madre asumió estas realidades (sufrimiento, dolor y muerte) con serenidad, paz y perseverancia; es una actitud propia de una mujer cristiana, convencida de que había corrido hasta la meta y estaba lista para recibir una corona que no se marchita: «Los atletas se privan de todo; ellos para ganar una corona que se marchita; nosotros, en cambio, una que no se marchita» (1 Co 9, 25).
Usted, por su parte, ha de tener sus propias experiencias en relación al sufrimiento, al dolor y la muerte. Y es que somos seres emocionales y con sentimientos. Pero este tipo de circunstancias son propias de la vida. El sentido de la vida es que vamos a sufrir, vamos a experimentar el dolor, y tarde o temprano nos taparemos con la realidad de la muerte física, de los otros y de la mía. ¿Qué actitud asumir ante estas circunstancias? Hay que buscar vías alternas para no quedarnos estancados en la tristeza y la depresión. “Vivir es preparase para morir”, (Platón).
Así como ante los obstáculos físicos (bloqueos de carreteras) se pueden asumir actitudes diversas, creo que esto mismo habría que hacer con los obstáculos emocionales. Los obstáculos emocionales pueden ser vicios, malos hábitos, “demonios o espíritus inmundos”, círculos emocionales no cerrados, entre otros. Hay que ponerle atención a estos obstáculos, porque son estos los que no nos dejar ser personas plenas.
En el libro de su vida hay páginas que usted no quisiera ver ni recordar, como las que he experimentado recientemente, pero no podemos quedarnos parqueados rumiando lo que ya pasó. Dicen que durante la noche las vacas rumean todo lo que comen durante el día. A veces nos pasa lo mismo, le damos vuelta y vuelta a lo que ha pasado desde hace 20 o más años. El rumear demasiado un suceso acaecido en el pasado es un obstáculo emocional que paraliza.
Ante el sufrimiento, como dice la canción, no se dé por vencido. Que nada ni nadie lo detenga en su lucha por saltar obstáculos y convertir todo lo adverso a su favor. Nadie es responsable de la mediocridad personal, incluso ni Dios. Es usted quien se convierte en el peor obstáculo para no alcanzar sus metas, o bien en el mejor instrumento de Dios para trascender.
“Hay un tiempo para nacer y un tiempo para morir; un tiempo para plantar, y un tiempo para cosechar; un tiempo para construir, para estar de luto, para saltar de gusto, para abrazarse, para despedirse, (Eclo, 3). Todo tiene su tiempo. Cuando tenga que sufrir, sufra; cuando tenga que experimentar el dolor, experiméntelo; cuando tenga que perdonar, perdone; cuando tenga que callar, calle; cuando tenga que defenderse, defiéndase; y cuando llegue su hora, deje que Dios haga su voluntad.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.