Yo siempre he mencionado que cada uno de nosotros ha nacido y está vivo, porque hay una razón, un motivo y una misión qué cumplir. A lo largo de la vida Dios siempre ha manifestado y se manifiesta de muchas maneras. Abrir los ojos al despertar cada mañana, el canto de los pájaros, el rostro de las personas con las que vivimos todos los días, son prueba de que Dios se manifiesta en nuestras vida.
Entonces, no existe ninguna razón para vivir sin sentido, porque desde la concepción, “Dios ha removido la tierra, ha quitado las piedras y ha plantado en nosotros vides selectas” (Is 5,1-7). Todo esto lo ha hecho Dios con el fin de que nosotros demos buenas uvas, buenos frutos. Pero lamentablemente, no siempre y no todos hemos dado uvas buenas. Pero hoy tenemos la oportunidad de dar lo mejor de sí mismos.
Es importante reflexionar sobre el tipo de uva que soy yo y qué tipo de viña estoy construyendo con mi manera de pensar y actuar. Nadie es perfecto, pero cada día que pasa es una oportunidad para enmendar errores y eliminar todo tipo de pensamientos y acciones que me separen y alejen de mis metas y de Dios. Porque si no cambiamos, la misma vida nos convertirá en un erial, crecerá más maleza en nuestra vida y nos llenaremos de espinas. Dios espera de nosotros un cambio de vida integral y que seamos justos y honestos con los demás.
Para producir uvas buenas, una herramienta fundamental es la oración. San Pablo nos dice: “no se inquieten por nada; más bien presenten en toda ocasión sus peticiones a Dios en la oración y la súplica, llenos de gratitud”, (Flp 4, 6-7). A Dios rogando y con el mazo dando, reza el refrán. Por medio de la oración Dios viene a nuestra vida y nos concede la paz necesaria para vivir en sintonía con Él y con los demás seres humanos.
Nosotros tenemos la oportunidad de cambiar y ser mejores. La sociedad en la que vivimos es la viña de la que somos parte y que se nos ha encomendado para transformarla. Ojalá nosotros no le estemos dando decepciones y amarguras en vez de frutos buenos, a quienes comparten con nosotros. No olvidemos que cuando le servimos bien a los demás, automáticamente lo estamos haciendo con Dios.
De vez en cuando vale la pena hacer un alto y evaluar cómo estamos a nivel personal, familiar y social. ¿Qué tipo de frutos estoy dando a nivel personal? ¿Qué frutos estoy dando en mi familia? Pareciera que nuestra vida personal, familiar y de país está dando solo frutos amargos: odios, envidias, divisiones, muertes, entre otros.
La realidad del mundo y de Guatemala es compleja. La delincuencia y la inseguridad es nuestro pan de cada día. La violencia intrafamiliar aún se sigue practicando. Los jefes tiranos los hay por doquier. Esta realidad descrita anteriormente lo único que refleja es que el mal no se duerme y que está metido en varios espacios de la sociedad. ¿Cómo hacer para erradicar esta maldad? La única manera de eliminar el mal en el mundo es que usted y yo nos conduzcamos en la vida con valores.
A pesar de los sinsabores de lo que implica estar vivo, vivamos una vida con sentido. No perdamos la esperanza de superar las adversidades que actualmente tenemos. La vida tiene sentido, aún en los peores momentos. Y mientras estemos vivos todo tiene una solución.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.