De vez en cuando es importante hacerse las preguntas existenciales de siempre ¿Por qué existo? ¿Para qué existo? ¿Cuál es la razón de ser de mi existencia en este mundo? Las respuestas son diversas, porque cada uno tiene una experiencia de vida diferente.
Tanto usted como yo hemos nacido para servir, para hacer el bien a los otros y para disfrutar cada minuto de la vida. Usted estudia, trabaja o inicia una empresa porque quiere servir, a través de ese medio, a los demás seres humanos. Si cada quien se dedicara a hacer lo que tiene qué hacer, dejaría de meterse en la vida de los demás, y se concentraría en lo que es verdaderamente importante para sí mismo.
Hay algo que pasa dentro del ser humano. Algunas personas pierden su tiempo metiéndose en lo que no les compete, y por eso es que se inventan cosas y no dejan vivir a quien sí en verdad quiere vivir poniendo sus talentos al servicio de los otros. Si usted emprende algo, no les gusta. Si no emprende nada, dicen que no hace nada. Si pide un favor a alguien más, no les gusta; si no lo pide, qué es un orgulloso.
¡Viva su vida y deje vivir! Porque el tiempo no se detiene; y cuando usted quiera centrarse en lo esencial de la vida, ya será demasiado tarde. Vivir la vida significa asombrarse y admirarse de todo lo que pasa en la realidad. Hay que asombrarse de quien camina cabizbajo en la calle, de quien derrama una lágrima por las ausencias que tiene, de quien se ríe porque ha alcanzado un éxito, de quien llora por la pérdida de sus seres queridos. Asómbrese de las mujeres maltratadas, de los niños que no tienen lo necesario para vivir. Asómbrese de quien acude a usted para pedirle un consejo, de quien atiende personalmente o por teléfono.
Vivir la vida es estar en relación con los otros; a “esos otros” hay que hacerlos mejores cada día. La vida presenta oportunidades de amar, perdonar y transformar a los demás todos los días. Aproveche esta oportunidad de “estar vivo” para ayudar a que los otros trasciendan. Concéntrese más en sí mismo, y deje a los otros que trabajan en libertad. No “suponga” cosas. Las “suposiciones” destruyen vidas, porque se afirma lo que no consta. Cuando uno habla tiene que estar seguro de que lo que se afirma es bueno, útil y verdadero.
Según la Real Academia Española, “suponer” significa considerar como cierto o real algo a partir de los indicios que se tienen. A veces se cree que el otro piensa mal de mí, por mis acciones y comportamientos. Otra veces se supone que la otra persona está haciendo algo, sólo porque yo creo que así es. En otras ocasiones se supone que el otro está hablando cosas de mí, por sus expresiones corporales. En fin, lo cierto es que las suposiciones destruyen relaciones humanas, generan estrés, ansiedad, angustia, cóleras y nos quitan el sueño.
Si ese fuera su caso, deje de suponer. Este es un mal hábito que debe desaparecer de su vida. Dígale adiós a las suposiciones, porque no tienen ningún beneficio para sí mismo y para los demás. Todos en la vida hemos caído en esta trampa, pero hoy se tiene la oportunidad de despedirse de las suposiciones y centrarse en sí mismo y en lo que sí vale la pena.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.