He de confesar que a Star Wars llegué tarde, hace apenas unos años, la descubrí por curiosidad y por comprobar que esta ópera espacial épica es efectivamente imprescindible para el ejercicio de la búsqueda de lo asombroso, seguramente los verdaderos fans me entenderán cuando digo esto, no puedo dejar de imaginar lo que pasó en la mente de todos aquellos que llenaron las salas de cine hace 40 años, cuando se estrenó la saga con A new hope, y que seguramente salieron alucinando con sables de luz, con la fuerza jedi, con la misteriosa e imponente presencia de Darth Vader, y con todo lo que han representado estas películas, que son al cine lo que The Beatles, Elvis Presley o los Rolling Stones son al universo musical, un antes y un después, una nueva cultura, un legado e influencia que hasta en Quetzaltenango, segunda ciudad de un diminuto país, nos ha cambiado un poco.
El pasado 13 de diciembre se estrenó a nivel mundial el capítulo ocho The last jedi, tuvimos que esperar dos años para conocer las respuestas a varias preguntas que dejó The force awakens, para los que hemos sido capturados por el universo de Star Wars era un día especial, y ver la nueva entrega en la primera función, que es a la media noche, es ley, es una cuestión de responsabilidad y de protección ante los spoilers, que con una película tan importante son muchos y están en todos lados.
La fila para entrar a la sala de cine acá en Quetzaltenango, a eso de las 20.00 horas, era larga, varios llegaron desde el mediodía para tener los mejores puestos, ver a personas de todas las edades con algo que los identificara como seguidores fue asombroso, playeras, gorras, sables, sudaderas, máscaras, familias completas vestidas de Obi Wan Kenobi, Luke Skywalker, Rey, Darth Vader, todo un espacio para la comunidad, es impresionante ver la forma en que una película puede generar tanta identidad, gente de todas las edades, niños, adultos que eran niños cuando salieron las primeras películas y que ahora van acompañados de sus hijos, varias generaciones conversando, dando sus teorías, reflexionando en los posibles desenlaces; me llamó particularmente la imagen del padre con la playera de Star Wars sobre la camisa y la corbata junto a su hija, apenas saliendo del trabajo, pero ahí, en la espera, junto a todos nosotros.
No hablaré de la película, porque no soy crítico de cine, fan de Star Wars sí y, desde esa posición, el nuevo capítulo me quedó a deber, creo que desde que se hizo oficial que Disney compraría los derechos de la saga, sabíamos que algo malo iba a pasar, pero más allá de la trama, rescato ese día, rescato a los fans haciendo fila para entrar al cine, rescato a los niños (principalmente a mi hijo de 9 años) emocionados, rescato que películas como esta reivindican el gesto de ir a una sala de cine, comprar palomitas, entrar a una sala oscura, buscar un asiento, el aplauso final, las risas colectivas, en una época inundada por Netflix y la cultura de la televisión pay per view, estar en una sala de cine llena, tiene su magia.
Esperamos con ansias el estreno del capítulo nueve de Star Wars, una historia que no hay que darle muchas vueltas, una historia que solo sirve para ser niños.
Poeta, gestor cultural y editor de origen maya k´iche´, ha trabajado por más de 13 años en proyectos culturales en Centroamérica, escribe columnas de opinión en medios de Quetzaltenango y Guatemala, amante del Xelajú y las rocolas.