En los últimos meses se ha observado una fuerte presión al gobierno venezolano. Esta tiene su origen en el país norteamericano. Como en otras ocasiones suenan las campanas de guerra, el olor a muerte recorre las filas del ejército de los Estados Unidos. El patriotismo de sus militares contrasta con la realidad, dicen salvar al pueblo, liberarlo del yugo dictatorial de un presidente y un régimen autoritario. Si así fuera, y los intereses fueran humanitarios, de seguro ya hubieran invadido Honduras, Nicaragua, Guatemala, Haití.
Estos cuatro países tienen los mayores niveles de pobreza, pobreza extrema, desnutrición, inseguridad. La corrupción e impunidad son el que hacer de los gobiernos, especialmente el de Guatemala. El señor Jimmy Morales no tiene moral para ir a Colombia y abogarse la representación del pueblo y pedir la salida del gobierno de Nicolas Maduro, reconocer al presidente venezolano impuesto por Donald Trump, y mucho menos aceptar a un embajador de este en territorio nacional.
El discurso de soberanía y defensa del territorio quedo solo para 108 mil kilómetros cuadrados que tiene el país. Porque en otra nación si puede la Organización de Naciones Unidas solicitar elecciones, libertad para sus ciudadanos y descalificar el gobierno dramáticamente electo, esto es los que pide Morales en su intervención en el seno del Grupo de Lima. Incongruente totalmente, porque hace apenas unos 50 días, pedía la no intervención del secretario general del mismo organismo en decisiones que solo, según él, competen al gobierno guatemalteco.
Pero si la razón para intervenir el territorio venezolano es la pobreza, la falta de alimentos para la mitad de la población, bueno entonces también que intervengan Guatemala. Al presidente se le olvida que 6 de cada 10 guatemaltecos hoy quizás solo tuvieron un tiempo de comida. Y si de buscar comida en la basura se trata, bueno hay que ir al basurero de la zona tres capitalina, en donde decenas de niños, hombres y mujeres buscan restos de alimento. No hace mucho, niños fueron intoxicados por consumir sopas instantáneas recogidas en ese basurero.
Ahora bien, si de autoritarismo dictatorial estamos hablando vayamos a los acontecimientos vividos al inicio del año. Amordazaron a los periodistas de un conocido tele noticiero, expulsando a su director. Allí acaso no hubo represión y violación a la ley de libre expresión del pensamiento. El actual gobierno guatemalteco ataca con total impunidad a fiscales, magistrados, jueces, periodistas, embajadores y por supuestos al ciudadano común que piense y se exprese contra las decisiones gubernamentales.
En los hospitales se mueren los pacientes por falta de insumos médicos. En las calles a cada hora asesina a un ciudadano, cada minuto ocurre un hecho delictivo, y lo peor, por cada quetzal de impuestos que recauda el Estado el 30% va a manos de funcionarios, diputados, militares de alto rango, la familia presidencial, vice presidencial, empresarios oligarcas, entre otros.
Con todo esto que pasa, hay que preguntar ¿Existe hoy posibilidades de igualdad para que todos, los 17 millones, los ciudadanos vivan en condiciones dignas? La respuesta es no. por lo menos 10 millones viven en condiciones inhumanas, sin servicios básicos, sin alimentos, pero lo peor sin esperanza. Con esta realidad, si tuviéramos reservas de petróleo en poder del Estado, de seguro seriamos invadidos de inmediato.
Profesor universitario, académico, profesional de las Ciencias Económicas.