Durante las últimas semanas se nos ha hablado muchísimo del Covid-19 o Coronavirus. Es un microorganismo que ha puesto a prueba y en jaque a varios países del mundo, por la facilidad con la que se muta entre las personas. En Guatemala estamos padeciendo sus macabras consecuencias, y si cada uno de nosotros no colabora quedándose en casa, seguirá causando más sufrimiento y dolor en los hogares guatemaltecos.
Este diminuto virus ha sido capaz de silenciar a países enteros, haciendo que no nos podamos dar la mano, abrazarnos y darnos un beso. Ha cerrado aeropuertos, puertos, fronteras, supermercados, restaurantes, etc. Puede cerrar todo, pero menos la puerta de la fe, la esperanza y la caridad.
En estos momentos críticos debemos poner en práctica la fe. No hay que dejar de creer que existe un Dios capaz de suprimir este virus, capaz de salvarnos y protegernos de sus constantes ataques mortíferos. No hay que perder la esperanza de que muy pronto volveremos a nuestras actividades normales. Por el contrario, aprovechemos estos días para contagiar a todos, pero el virus del amor, la prudencia y la sabiduría.
No debemos dejarnos hundir y asesinar por este pequeño bicho raro. Como seres inteligentes que somos, tenemos que ser inteligentes y prudentes para contrarrestarlo. ¿Cómo? Lavándonos las manos constantemente, obedeciendo las normas establecidas por el Gobierno y haciendo oración sin cesar.
Estos últimos días he hablado con algunas personas que me he encontrado en la calle y según ellos el Covid-19 es un “chingadera” y que Dios lo ha mandado. ¡Qué estúpida mentalidad! Y así como estas personas hay muchísimas más que siguen creyendo que este virus estaba profetizada y que es un signo del fin del mundo. Estas personas deben entender que el fin del mundo no llegará pronto, pero que si no se cuidan y son imprudentes el din de “su vida” sí llegará.
Es importante entonces continuar difundiendo información sobre el Coronavirus hasta el cansancio. No hay que cansarse de informar a la población sobre la trascendencia de quedarse en casa y disciplinar la higiene personal y familiar. El Covid-19 no es un castigo de Dios. Es un virus que ha surgido en la naturaleza misma, y que si los humanos no colaboramos en su detención, puede seguir expandiéndose a diestra y siniestra.
Hasta el día de hoy los científicos siguen investigando y experimentando hasta encontrar un medicamento que pueda curarlo. Hay rumores de que ya existen ciertos medicamentes que pueden curar el virus. Pero mientras se inventa la cura del Covid-19, hay que implementar las medidas dictadas por los gobiernos en todo el mundo. Hasta la fecha, desde mi punto de vista, el único medicamento eficaz y que puede acabar con esta pandemia es la solidaridad, la prudencia y el amor. Por amor y solidaridad quédese en su casa.
Ojalá los pendejos sigan consejos, antes de que sea muy tarde. Algunos creen que solo con alabar y glorificar a Dios es más que suficiente. ¡No! A Dios rogando y con el mazo dando. Es cierto, las oraciones ayudan y tenemos que rezar, pero a la par de la oración debe ir nuestra colaboración siguiendo los consejos que nuestras autoridades y otros líderes nos dan. Por favor quédese en casa, no visite a familiares, no se reúna con su grupo y ¡Juntos saldremos adelante!
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.