El Coronavirus o Covid-19 sigue causando dolor y sufrimiento en el mundo. Los comentarios de las personas son diversos. A mí personalmente me han dicho algunas personas que es algo exagerado, que yo deje entrar a la gente a la Iglesia y que el Gobierno está exagerando con las medidas que ha tomado. Alguien más me decía que lo que está pasando es un signo de que el fin del mundo ya está cerca. Otros dicen que a la gente del campo no les afectará, porque ellos están acostumbrados a trabajar la tierra y estar en contacto con la naturaleza.
Yo me pregunto ¿Cómo hacerle entender a la gente que el Coronavirus es una enfermedad mortal y que no está preguntando si uno tiene o no tiene dinero, si es de X o Y cultura? Percibo que hay muchas personas que aún no han visualizado el peligro inminente de este virus, el cual esperamos sea eliminado lo más pronto posible del mundo y de nuestro país.
Lo único que puedo decirle a la gente es que, se tomen en serio los cuidados preventivos: lavarse las manos, usar gel en sus manos, usar mascarilla, no saludar de beso y ni dar la mano.
Lo más importante es cuidar y proteger nuestra vida y la vida de los demás. Y el mejor método que se puede usar para que este virus no se siga propagando en el mundo es QUEDARSE EN CASA. Yo sé que es difícil permanecer en casa, pero hay que hacer todo lo posible por respetar las normas establecidas para esta pandemia. Usted es testigo de las consecuencias mortales de esta enfermedad en Europa y en algunos países de América Latina.
Como guatemaltecos, tenemos que caer en la cuenta que el Coronavirus no es un juego. Este virus mortal le está haciendo ver a la humanidad que somos vulnerables, y que lo más sagrado que existe es la vida. Lo más importante no es el dinero, ni la fama, ni el prestigio, ni el poder. Lo más sagrado que Dios nos ha dado es la vida; y por esta vida que nos permite servir a los demás, tenemos que hacer todo lo posible por protegernos.
Algunos, en redes sociales comentan que de “esta enfermedad ni los curas ni los pastores nos salvan”. Y sí tienen razón. Nosotros no salvamos a nadie. La salvación del Coronavirus está en sus manos. Cada uno se mata con su propia mano. Ahora bien, si hablamos de la salvación eterna, pues el único que salva es Jesucristo, porque Él es el salvador del mundo. Si queremos salvarnos de este virus, seamos más disciplinados. Discipline a sus hijos, a sus vecinos y cuantas personas encuentre en su camino. Dígales que no sean tercos y que comprendan la gravedad de esta enfermedad.
“Yo te amo Señor, tú eres mi fortaleza, el Dios que me protege y me libera. Tú eres mi refugio, mi salvación, mi escudo, mi castillo. Cuando invoqué al Señor de mi esperanza, al punto me libró de mi enemigo. Olas mortales me cercaban, torrentes destructores me envolvían; me alcanzaban las redes del abismo y me ataban los lazos de la muerte. En el peligro invoqué al Señor, en mi angustia le grité a mi Dios; desde su templo, él escuchó mi voz y mi grito llegó a sus oídos”, (Sal 17).
Sigamos orando por el mundo, por Guatemala y por nuestras comunidades y familias. Si nos unimos en oración y si somos higiénicamente disciplinados, ¡Juntos saldremos adelante! No bajemos la guardia, hagamos lo que está en nuestras manos para llevar los sagrados alimentos a nuestra mesa. Los efectos económicos del Coronavirus son gigantes; pero, ya seamos pequeños, medianos o grandes empresarios, seamos justos con nuestros trabajadores y creamos firmemente en la providencia de Dios. Dios les bendiga. Los tengo en mis oraciones.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.