Una virtud clave en la vida de los seres humanos en la sociedad actual es la “justicia”. Se habla y se escribe mucho de justicia, pero ¿Cuándo se actúa injustamente? ¿Cuándo se actúa justamente? La definición clásica en el Derecho Romano afirma que la justicia es la constante y firme voluntad de dar a cada uno lo suyo, (Fernández 2001, 148).
El autor antes citado agrega que la justicia referida a los hombres reconoce los derechos y deberes mutuos de los ciudadanos y demanda que se dé a cada uno lo suyo. Lo ideal sería que todos actuáramos en base a este principio, y nunca impusiéramos nuestra voluntad o nuestros criterios para hacer las decesiones que se tengan qué hacer.
Considero que para poder aplicar con autenticidad la virtud de la justicia con los demás, primero tenemos que aplicarla en nuestra propia vida. Sea justo, justa consigo misma. Piense con justicia, sienta con justicia y actúe con justicia. Antes de hacer una decisión, pregúntese en conciencia si en realidad la otra persona merece eso que está solicitando. Y actúe en base a ese juez interno.
Es común escuchar que la justicia humana es injusta. Y de hecho es así. Todos en la vida hemos experimentado la violación de esta virtud en carne propia, porque a todas luces se ha actuado injustamente con nosotros, porque no se nos ha dado lo que merecemos. Pero también hay que estar seguros que existe una justicia divina, y que tarde o temprano quien ha actuado injustamente experimentará en su propia vida el fruto de sus acciones.
“La justicia en el Antiguo Testamento hace referencia por igual a las relaciones del hombre con Dios y a los vínculos sociales de los hombres entre sí. Por ello son numerosos los textos que reclaman del juez que actúe con justicia: siendo juez no hagas injusticia, ni por favor del pobre, ni por respeto al grande, con justicia juzgarás a tu prójimo”, (Fernández 2001, 149). Pregúntese si usted si como director, coordinador, gerente o según el puesto que tenga, actúa con justicia en sus decisiones.
Estamos invitados a practicar la justicia en nuestras relaciones interpersonales, sobre todo la llamada “justicia conmutativa”, es decir, las personas merecemos ser tratadas con igualdad y con respeto, dejando a un lado los privilegios. A nivel profesional se pisotea demasiado este valor de justicia, porque a veces puede más el compadrazgo y los favoritismos. No actúe así.
Una causa de las constantes injusticias sociales es el dinero. Siempre he dicho que el dinero es un medio que nos sirve para satisfacer nuestras necesidades básicas; pero el dinero no nos hace felices. El dinero tiene que ser distribuido con justicia. “El dinero da poder, hace que algunos se crean señores de los demás, es fuente de alabanzas y de miserias”, (Yepes y Aranguren Echevarría 2009, 267). Si en algún momento usted ha sido víctima de injusticias por dinero, no se preocupe, tarde o temprano, Dios hará justicia en su propia vida. Nuestra mayor riqueza es todo lo que se nos ha dado como don de parte de Dios; y con esas cualidades usted se abrirá puertas en todas partes.
En conclusión comencemos el año 2020 siendo justos; primero con nosotros mismos, consintiéndonos y amándonos más que años anteriores; luego seamos justos con los demás. Nunca actuemos con el hígado, no seamos vengativos. Recordemos que todo se paga en la vida. Confiemos en la providencia de Dios.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.