Curiosos y tal vez insólitos para algunos son hechos que aparecen en algunas publicaciones extranjeras, a los que poniéndoles atención y, aparte sabiendo de sucesos que ocurrieron en este pueblo de Quetzaltenango de la Real Corona, los vamos como formando el petatillo de la historia. Es común que en los escritos históricos; o “las muy sabrosas” y románticas crónicas ubiquemos solo el área que nos ocupa dentro del caminar de poblaciones y gentes, específicamente nos quedamos ahí, como en un puente donde no tocamos el camino que nos ha dirigido a él. Pocos investigadores han ido más allá, se han quedado solamente en los papales guardados en algún archivo o vieja biblioteca particular, contentándonos todos con una historia sin cabeza, a la que prácticamente también dejaremos sin pies. Hoy, que a raíz de nuestro nombramiento en 2011, hemos visto salir historiadores, y para grima de quien escribe han copiado titulares de libro y textos enteros, sin citar la fuente, pero no ha existido de parte de ellos una idea propia o un trabajo original de tipo histórico. De esto, quien tiene la vena de investigador y ha pasado año meses y semanas entre los viejos folios, sabrá que su trabajo irremediablemente será pirateado por muchos.
Acotado lo anterior, quizá he dado un paso singular en ir directamente a las raíces de uno o varios acontecimientos, que tienen origen en ultramar y que han quedado aquí como piezas que encadenan el engranaje de múltiple cosas que han venido a formar el edificio de nuestra rica e importante historia, precisamente tocaré un tema que atañe a mi ciudad, y en este caso mis raíces familiares. En un estanco de libros hallé uno que llamo mi atención, sorpresa a era un eslabón de mis antepasados. Louis Charpienter en su libro el Misterio vasco me ilustró sobre algo fundamental, dice que en el periodo Neolítico del mundo, los vascos ya eran como en la actualidad, estos descendían directamente del hombre de Cro-Magnon, y que en un lugar llamado Lumentxa «apareció un mopino -muy rudimentario ciertamente constituido por dos piedras, de las cuales una presenta una cara cóncava y la otra una convexidad que le permite recorrer fácilmente la concavidad de la primera, ¡un molino¡». De tal manera creo que una buena parte de los vascos se dedicaron al trabajo de la molinería en sus villas natales, y algunos lo llevaron fuera de las fronteras españolas.
El autor cuenta que los vascos manejaban el trigo mucho antes que los cristianos, una leyenda cuenta que un San Martín un día calzó unas botas y fue a una cueva donde habían muchos granos de trigo, y saltó sobre ellos de manera que cantidad de granos entraron en sus botas, fue así como los cristianos conocieron el trigo, para después difundirlo por todas partes; fueron los vascos los primeros molineros. A ellos les debe el mundo la rueda del molino y el haber inventado el arte de soldar el hierro, y los primeros en utilizar la sierra.
En la época colonial, recién iniciado el siglo XVII, un grupo de vascos se asentó en Quezaltenango, formando el cantón El Calvario, que dejó en el olvido al «viejo Calvario”, al que los documentos señalan su formación en el Siglo XVI, ahí que después rebautizaron como cantón San Bartolomé. Hilando los apellidos de estos colonizadores, creo que, o partieron a otros lares, o simplemente se extinguieron en su cantón.
En las primeras actas municipales de los años jóvenes del siglo XIX hallé que habían instalado y fundado el primer molino de trigo altense, dos vascos de apellido Ayerdi, originarios de San Sebastián, España; llegaron a ser el origen de una larga lista de Ayerdis, hoy regados aquí y en otras ciudades Uno de ellos fue padre de Don Pedro de Ayerdi, criollo, que fue alcalde primero en el año 1826, quien desempeñó varios cargos públicos, falleciendo en el ejercicio de uno de ellos en 1862. La Gaceta de Guatemala da pormenores de él. Don Pedro fue padre de doña Carmen de Ayerdi, importante vecina del cantón San Antonio, propietaria de media manzana y de una antigua construcción, que la muy católica señora prestaba cada Martes Santo a la cofradía de Jesús Nazareno de la Iglesia del Espíritu Santo, para que se celebrase ahí la tradicional Reseña, en el siglo XIX y parte del XX, se conoció al inmueble como Casa de la Cofradía, y en recientes, pero ya pasados tiempos, se trasformó en el Primer Cuerpo de la Policía Nacional.
El Nazareno citado se convirtió, a partir de 1922, como el Justo Juez. Hijo de doña Carmen fue un destacado vecino, el coronel José María Cajas Ayerdi, mi bisabuelo, ella y don Pedro mis tatarabuelos. Se cita a don José María como héroe de la revolución de 1871, miembro del Batallón Quezaltenango, que derrotó al ejército del general Vicente Cerna en San Lucas, siendo este batallón el que salvó la revolución, ya ganada por el Gobierno, y ascendió al poder al general Miguel García Granados y al futuro ambicioso dictador José Rufino Barrios, alias el Justo. Don José María fue padre de don Matías Cajas Arriola-Ayerdi, mi abuelo, quien, como sus antepasados, entregó su vida al arte de Vulcano. Mi papá, José Rubén, y yo, descendemos de aquellos a quienes Charpienter dice en su extenso, documentado e interesante estudio de los vascos, que fueron incansables caminantes del mundo. Nacimos en Xelajú, pero llevamos una vieja, viejísima raíz, somos un ladrillo del hermoso templo que se llama Quezaltenango.