La emigración de europeos a América, especialmente de irlandeses y alemanes, se incrementó durante el siglo XIX cuando, en tan solo 70 años, de 1820 a 1890, más de 20 millones abandonaron su tierra natal para buscar oportunidades en el “nuevo mundo”, especialmente en los Estados Unidos de América y en Argentina; y algunos, los menos, en Guatemala. Las razones para emigrar de Europa fueron varias: una importante fue la Revolución industrial que generó una acelerada urbanización y desplazamiento del campo de artesanos y campesinos; estos últimos debido a los largos periodos de baja producción agrícola. A ello se agregó las intermitentes guerras en Europa, especialmente a mediados del siglo. Todo ello empobreció a ingentes grupos humanos que entraron en crisis.
Coincidió lo anterior con la promoción que hizo nuestro país y otros de Latinoamérica por atraer europeos que vinieran a “promover” el desarrollo. En 1824 la Asamblea Constituyente decretó una ley que facilitaba esa inmigración otorgando tierras y naturalizando a los extranjeros. Una empresa dedicada a la exportación de europeos fue la “Eastern Coast of Central America Commercial and Agricultural Company” de Londres la que en 1840 facilito a inmigrantes ingleses, franceses y alemanes la construcción de un pueblo en los alrededores del Polochic, pueblo al que llamaron Abbosttsville. Este pueblo, al igual que otro instalado en las orillas de Río Dulce, promovida por la “Compañía de Colonización Belga” fracasaron por lo inhóspito del clima que les causó severas enfermedades y la muerte de la mayoría de personas. Con el tiempo ambos asentamientos desaparecieron.
Algunos alemanes se instalaron en fincas cafetaleras del occidente de la República guatemalteca, teniendo como centro de negocios y residencia a Quetzaltenango, cuya importancia se evidencia en que para 1879 contaba con un vice-consulado alemán a cargo de Gustav Boy y Herman Laeisz, representante éste de la casa hamburguesa F. Laeisz. Más tarde, el vice-cónsul fue Frederich Koch, siguiéndole en el tiempo George Gerhardt, Gustav Kaehler, Joseph Prochazka y en 1914 Carlos Sauerbre. Luego con motivo de la Primera Guerra Mundial se cierra el vice-consulado.
La prosperidad del negocio del café hizo que Quetzaltenango se volviera una Ciudad importante comercialmente, por lo que se instalaron en ella varios almacenes como el de Hosckmeyer y Cía. (1882), Hermann Topke (1888), Claudio Bornholt y Koper (1909); la Casa Laeisz y Cía. Sucs., La Ferretería la Guatemalteca de Johannsen y Bohnenberger y Co., Eduardo Ascoli (judío-alemán), entre otros. Fue éste último el que invitó a su pariente Hugo Fleischman (quien fuera Cónsul inglés en Quetzaltenango) a venir a hacerse cargo de un almacén de granos de su propiedad. Algunas empresas de alemanes se dedicaron en Quetzaltenango a financiar a los productores de café, entre ellos la sociedad Grotewold, Koch y Cía. Y para finales del siglo, la casa Nottebohm y Co.
Karl Christian Haussler fue invitado por Justo Rufino Barrios para instalarse en Quetzaltenango, en donde construyó una industria cervecera con el nombre de Cervecería Alemana produciendo la cerveza Pilsener. Haussler trajo de Alemania como técnico cervecero a Gustav Kiene, quien más tarde fundó su propia fábrica, la Cervecería Nacional, fabricante de la cerveza Utz Pin Pin. Unos años después la familia Castillo adquirió la cervecería de Haussler Hnos., y en 1930 la Cervecería Nacional de Kiene Hnos.
Una gran obra de la ingeniera alemana fue la construcción del Ferrocarril de los Altos y la Hidroeléctrica Santa María, realizados por la empresa AEG (Allgemeine Elektriztats Gesellschaft), inaugurada en 1930 con un costo de $ 8,478,379 en oro americano. Este ferrocarril se construyó en un tiempo récord de 8 años.
Los alemanes en Quetzaltenango contaban con una “Asociación Alemana” y un Club fundado en 1876. En 1927 por iniciativa de Otto Bohnenberge y Kurt Franke se fundó el Colegio Alemán de Quetzaltenango.
Una trágica historia se vivió en 1917 cuando los jóvenes Claudio Bornholt y Otto Kress fueron asesinados en el Volcán Santa María por unos brujos en un oscuro incidente en el que otros jóvenes habían destruido los arreglos que tenían preparados para un ritual.
Al igual que en el resto del país, con motivo de la Segunda Guerra Mundial y la declaratoria de guerra que hizo el Presidente Jorge Ubico a Alemania, los alemanes fueron expulsados del país y todos sus bienes confiscados. Una injusticia a la que se vio forzado el Presidente de Guatemala por el gobierno de los Estados Unidos de América.