Quienes estamos interesados en el acontecer nacional y llevamos con atención la agenda legislativa en nuestro país, vemos con tristeza y decepción que quienes han sido electos para representar y defender los intereses de la sociedad guatemalteca, cada día están más alejados de esta posibilidad; olvidan que la sociedad guatemalteca es la máxima expresión de la voluntad popular y olvidan también para qué han sido electos. La situación es y sería distinta, cuando los diputados electos en una inmensa mayoría cuenten con el perfil que mínimamente se requiere y que, quien llegue a este cargo por lo menos, conozca los principios elementales de la estructura del poder y del Estado; que den menos señales de su ignorancia legislativa, que es lo que hemos observado en no pocos de ellos, tal y como cotidianamente lo demuestran con su desempeño en la cámara de diputados.
Entre muchas otras cosas, la percepción anterior queda confirmada por el accionar cotidiano e intervención personal de los diputados en la discusión de los problemas agendados en las sesiones; trataremos de ejemplificarlo. El Congreso está integrado por 158 diputados, y de estos no más de 12 o 15 (10 %) participan activamente en las ponencias y el parlamentarismo legislativo, el resto, son participantes pasivos que se limitan a estar presentes, cobrar sus sueldos, dietas y a probar, previa manipulación, lo que prácticamente permite suponer paradójica y coloquialmente que el Congreso se convierte en un campo donde más de 140 ovejas pastan y son pastoreadas por 10 0 15 pastores, que luego vigilan que no se puedan escapar o se salgan del corral. En buen castellano, esto puede explicarse con otras palabras: riguroso control de los manipuladores sobre los manipulados.
Adicionalmente, podría agregarse mucho más; me limito a poco de lo mucho. A los 10 o 15 diputados activos hay que dividirlos en dos grupos: los oficialistas (la mayoría) y la supuesta oposición. Como entre los oficialistas están los tránsfugas, logran mayoritear al rebaño, y así, aprobar los acuerdos a su conveniencia e interés, como sucedió cuando pretendieron modificar el Código penal e impidieron que el presidente de la República perdiera la inmunidad. Este mismo grupo, ahora, pretende emitir una ley de amnistía a favor de quienes están en prisión por lo crímenes cometidos en el pasado movimiento armado, que ensangrentó al país. Esta es la “patriótica” actuación de estos tristemente llamados diputados, que en una contradicción hasta biológica legislan para los intereses espurios que afectan a la sociedad, y que no son sino los intereses de los ponentes. Ojalá y estos lamentables ejemplos sirvan para que en el futuro los electores sean más cuidadosos con no elegir representantes que, en lugar de representar dignamente a Guatemala, son un atentado para la democracia y la dignidad nacional, y una vergüenza que no hace sino ridiculizarnos ante la opinión internacional.
Todos los errores que lamentablemente se siguen presentando en el ejercicio de los diputados, deben servir de base para que el Tribunal Supremo Electoral piense en la posibilidad de plantear una propuesta de ley que permita considerar requisitos mínimos, para optar a la candidatura de diputado. Si bien constitucionalmente todos los ciudadanos, independientemente de su género, ideas, religión y preferencia sexual, puedan elegir y ser electos, ello no impide que se establezcan algunos requisitos mínimos para estar mejor representados y no enfrentar la vergüenza nacional e internacional, por todo cuanto hemos venido señalando. Por sobre todo, para que nuestro Congreso no siga siendo un campo de pastoreo, donde la incapacidad, la improvisación y la ignorancia legislativa de algunos no sean aprovechadas para que pastores y manipuladores de la política sigan pastoreando a las ovejas, como desafortunadamente está sucediendo.
Soy un profesional comprometido con la transparencia, la crítica y la propuesta, e identificado con los problemas sociales; los intereses y necesidades de los de a pie. / lufesaldy@hotmail.com