Para procurar la liberación de Don Juan Aparicio, su joven esposa Dolores Rivera intentó hablar con el Jefe Político y Comandante de Armas de Quetzaltenango, Coronel Roque Morales, quien la instó a buscar a los revolucionarios alzados en armas a que depusieran su movimiento como condición para perdonar la vida a don Juan. Ante ello, doña Dolores acompañada únicamente por su hermano, viajó de noche a San Marcos en busca de los líderes del alzamiento, no encontrando a ninguno pues se habían retirado a las montañas, por lo que no pudo dialogar con ellos. A su vuelta a Quetzaltenango intentó hablar con Roque Morales para solicitar “pasaporte” para viajar a Guatemala y hablar con el Presidente, pero le fue denegado y prohibido salir de la Ciudad. Mientras tanto el Jefe Político, Roque Morales, le exigía más dinero en efectivo a doña Dolores “para la lucha”, asunto que ella debió cumplir con la esperanza de salvar la vida de su amado esposo.
El día 13 de septiembre de 1897, coincidiendo con que los revolucionarios se encontraban en San Juan Ostuncalco, a 15 kilómetros de la Ciudad de Quetzaltenango, se vio salir del Cuartel de Artillería, a las 12 en punto, una escolta al mando del oficial Pioquinto Alvarado, llevando en el centro a dos hombres, don Juan Aparicio y don Sinforoso Aguilar, que fueron fusilados en el Atrio de la Iglesia de San Nicolás, lugar que hoy ocupa el parque dedicado a la Madre, al lado del edificio del Instituto Nacional para Varones de Occidente (INVO).
Vale mencionar que, al día siguiente, 14 de septiembre, y cuando la lucha armada iniciaba fuertemente, el Coronel Roque Morales, Jefe Político y Comandante de Armas de la Ciudad, quien se había parapetado con un cañón y algunos soldados en la montaña conocida como La Pedrera, huyó cobardemente, robándose el dinero que había recibido de la familia Aparicio supuestamente para invertirlos en la defensa de la Ciudad.
La lucha de doña Dolores Rivera fue titánica, con un gran valor acusó al ex jefe político de ser el asesino de su marido y del Alcalde de la Ciudad, Licenciado don Sinforoso Aguilar. Pero para su infortunio, el Coronel Roque Morales, después de haber robado el dinero entregado por la familia Aparicio, haber facilitado su ejecución (con el beneplácito del Licenciado Manuel Estrada Cabrera), y de haber huido cobardemente cuando se iniciaba el enfrentamiento armado entre los revolucionarios y los militares que debían defender la plaza, huyó a la Capital, en donde por un tiempo se escondió protegido por el Ministro de Gobernación Manuel Estrada Cabrera.
Poco tiempo después, el 8 de febrero de 1898, el Presidente José María Reina Barrios fue asesinado por el británico Edgar Zollinger, antiguo empleado de la Casa Aparicio, magnicidio que cometió, se supone, como venganza por el crimen cometido en la humanidad de su jefe, don Juan Aparicio, al que estimaba sobremanera. Cuenta la historia que la noche del magnicidio el Presidente iba a visitar a una de sus amantes, la actriz Josefina Roca, y aunque iba de “incógnito”, Zollinger conocía sus movimientos, por lo que se parapetó detrás de un pórtico y al pasar el Presidente le saludo y le disparó en la cara, muriendo éste instantáneamente. Zollinger corrió, pero en la esquina le esperaban dos policías que le mataron a golpes. Luego llegó el jefe de seguridad del Presidente asestando cinco balazos al cuerpo inerte de Zollinger; desde entonces llamaron a don Emilio Ubico el “mata muertos”.