Hace unos días, luego de la muerte del atleta Teodoro Palacios Flores, una de las noticias que presentaban los medios era la de la escasa asistencia de personas para acompañar a la familia cuando el féretro fue expuesto en el gimnasio que lleva su nombre; según las fotografías, el lugar prácticamente estaba vacío. Así era la despedida de una de las mayores glorias del deporte.
En lo académico el reconocimiento es aún menor. Los últimos dos años han visto partir en Quetzaltenango, por ejemplo, a dos abogados con una gran trayectoria, formadores de varias generaciones; sin embargo, los sepelios no fueron concurridos como podría esperarse, quizá no eran tan populares, que es lo que más parece importar ahora, por encima de la probidad y los aportes que las personas alcancen para bien de los demás.
Y aunque, está bien dicho que en vida es cuando se deben manifestar los agradecimientos, el aprecio y los reconocimientos; es también en estos momentos del final de la vida en los cuales se expresa de manera indirecta, en favor de los familiares y amigos, lo que una persona representa para una comunidad, en general y en específico. Pero lo que además demuestra esta sociedad, que olvida a sus personajes, es que ya no hay una transmisión de historia, como antes sucedía, de forma oral, de padres a hijos, en los centros educativos, en las tertulias, en los medios de comunicación, en la literatura.
Se olvida la historia, víctima un poco de que al parecer ahora no es necesario recordar, porque si quisiéramos hacerlo solo debemos recurrir a la internet, que aparentemente reúne la información que necesitamos. También es parte de la tendencia de querer hacernos pensar solo en el presente, vivir solo el presente; que cuando es exacerbada, nos hace olvidar el pasado y ni siquiera imaginar un futuro. O en otro punto, la importancia que se le da a la banalidad de los acontecimientos, que los que en realidad merecen una valoración pasan a un segundo o tercer plano. Y que se valora tan poco la academia y el conocimiento, que los héroes actuales no son los formadores, científicos y pensadores, sino otros.
En cualquier caso, seguiremos viendo fallecer a educadores y personas que en la realidad, no en la realidad virtual, han destacado y aportado, sin el reconocimiento y acompañamiento que merecerían. Sucederá como con Mozart, en cuyo sepelio, según uno de sus biógrafos, asistieron solo algunos músicos, sin hacer justicia de lo que representó en vida.