El comercio ha sido desde los inicios de la civilización uno de los principales motores de cambio para la humanidad; el intercambio de bienes entre diferentes grupos humanos ha favorecido el contacto cultural, político y económico llevándonos a un mundo en el que las fronteras son permeables y el contacto entre ciudadanos de diferentes naciones es algo de todos los días.
Cuando la Corona de Castilla autorizó a Cristobal Colón hacer el viaje que llevaría al descubrimiento de América, se buscaba lograr una nueva ruta de comercio con la India, pero América se interpuso entre la expedición y su destino. Tras confirmarse que se había llegado a unas tierras hasta entonces desconocidas, desde la Monarquía Castellana se estableció que estos territorios eran parte integral de Castilla, convirtiendo así a los indígenas americanos en súbditos de la Reina de Castilla, Isabel I. Inmediatamente se envió a los misioneros para acometer la conversión de estas personas, ocupándose así de su alma, factor clave para diferenciar a la conquista hecha por Castilla de la de los Ingleses o Portugueses.
Ante el encuentro de las culturas castellana e indígena se produjo un profundo sincretismo cultural del que nosotros somos testigos hoy en día. Esta riqueza cultural de la que disfrutamos hogaño existe gracias a la política de protección de las poblaciones y culturas vernáculas que los juristas y reyes castellanos llevaron a cabo. La distancia constituía sin duda alguna un impedimento para que las disposiciones tomadas en la Península se cumplieran en los territorios de ultramar, por ello era común que se enviaran quejas a la península sobre los abusos de poder cometidos por los administradores indianos.
Situándonos en el actual territorio guatemalteco, en el siglo XVI los exploradores castellanos encontraron unas tierras muy ricas ocupadas por varios pueblos que se mantenían en pugna. Así, aprovechando aquella pugna las tropas castellanas, con la ayuda de indígenas mexicanos, lograron dominar lo que hasta entonces había sido conocido por aztecas y tlaxcaltecas como Coactemalan, o “Tierra de muchos árboles”.
Dentro de aquel fragmentado territorio había una etnia que por entonces controlaba una muy extensa zona, estos eran los K’iche’; ellos controlaban el área que ocupa hoy en día Quetzaltenango. Las luchas libradas entre indígenas y españoles en esta zona están ampliamente documentadas tanto por los cronistas españoles como por los indígenas. Gracias a esta información podemos reconstruir aquellos momentos que forman parte clave de nuestra historia.