Y hablamos de lo que nos volvió estos seres que se esconden detrás de un escritorio, hablamos de la lluvia y del lejano 1991, del eclipse y la calle de tierra que pasaba frente a mi casa, hablamos y las horas se convirtieron en mariposas y nuestros corazones en esos conejos que no se dejan agarrar, hablamos de lo difícil que es el desempleo, de lo pesado que es llevar la hoja de vida entre un fólder, de lo aburrido que son los gimnasios y de cómo la soledad se refleja en las páginas en blanco, hablamos de poesía y de lo lindo que hubiera sido conocer a Luis de Lión, hablamos y las palabras volaban como lo hacen las luciérnagas en mayo, hablamos de las calles de Xela, lo triste que resulta el abandono y que los baches más hondos son los que se llevan en la memoria; hablamos de Bob Dylan, de Nina Simone y su bipolaridad, hablamos de la necesidad de volvernos barriletes, hablamos del viento de octubre y que cada vez el dinero alcanza menos, hablamos de la última película que nos tocó el alma, de lo importante que resulta despedir con dignidad y amor, hablamos de las flores y de lo milagroso que es San Miguel Arcángel, hablamos de los sueños y de la ansiedad que produce abandonar de a poquito la juventud, hablamos del país, de las ruinas que heredamos y de las que vamos a dejar, hablamos de que los claveles son mejores que cualquier bandera, hablamos de la esperanza que hay en la sonrisa de Samuelito, hablamos de aquel documental en Netflix que nos hizo llorar, hablamos de las injusticias y de esas ganas de mandar todo al carajo, hablamos de Asturias, de la necesidad de tatuarme todos mis recuerdos, hablamos del canto de los pájaros que se escucha en el camino a Santiago Atitlán y de cómo hemos aprendido a descubrir la belleza, hablamos de Miles Davis, del Festival de poesía, del fuego y de seguir haciendo libros; hablamos de nuestros padres, hablamos de las razones por las que preferimos emborracharnos en una cantina sencilla y no en esos antros en los que la gente pierde el alma, hablamos de lo sanador que es buscar canciones en las rocolas, de aquel poema de Allen Ginsberg que no recordamos el nombre, pero que al inicio dice “vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, hambrientas histéricas desnudas, arrastrándose por las calles de los negros al amanecer en busca de un colérico pinchazo”, hablamos de que el poema es una construcción colectiva y de que antes de buscarlo en un libro hay que descubrirlo en la calle, y de que el poeta debe ser principalmente un ser sencillo, hablamos del volcán de Francisco Tun, de lo necesario que es visitar un altar y encender velas, hablamos de que el blues es el mejor ritmo para escuchar en marimba, hablamos de los recuerdos, de coincidir, del amor y de la dicha de estar juntos, a pesar de todo o de nada.
Poeta, gestor cultural y editor de origen maya k´iche´, ha trabajado por más de 13 años en proyectos culturales en Centroamérica, escribe columnas de opinión en medios de Quetzaltenango y Guatemala, amante del Xelajú y las rocolas.