El tiempo no se detiene, y el 2020 ya comenzó su camino. Luego de los convivios, el intercambio de regalos, las visitas familiares, entre otras actividades, todos comenzamos a experimentar los cambios que Dios nos tiene preparados para este año. Hay que levantarse más temprano, los niños pronto comenzarán a ir al colegio, los demás centros educativos muy pronto abrirán su puestas para recibir a sus estudiantes.
Hay algunas virtudes que todos tenemos que guardar en nuestros bolsillos: la fe, esperanza y caridad. Estas virtudes son indispensables para iniciar nuestra aventura del año apenas iniciado.
“La fe es la virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que Él nos ha dicho y revelado. Por la fe el hombre se entrega entera y libremente a Dios”, (CIC 1814). La fe nos permite creer en la existencia de un ser trascendente, en un ser que tiene poder sobre el mundo y sobre el mismo ser humano. Por la fe creemos en muchas cosas que con la razón no logramos comprender, por ejemplo, la muerte.
Pero también la fe es creer en lo que no se puede ver y guardar la calma cuando todo es turbulento. Es casi seguro que tendremos muchas turbulencias sociales, familiares, personales, políticas y económicas. Pero, nunca perdamos la fe. La fe mueve montañas, porque hace ver lo imposible, creer lo increíble y recibir lo imposible. Si no recibe todo lo que le pida a Dios durante este año, no dude, porque Él sabe lo que le conviene.
La fe, es también autoestima. Es creer en uno mismo, en nuestras propias capacidades para triunfar, para ser santos; todo dependerá de la dosis de fe con la que actuemos, porque la fe sin obras no sirve de nada.
“La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo”, (CIC 1817). Ante tantas dificultades que suelen aparecer en la vida de las personas, puede uno caer en la tentación de perder la esperanza en que, a veces, las dificultades son necesarias para retomar nuestra vida con más fuerza y dinamismo.
“La esperanza sostiene en todo desfallecimiento” (CIC 1818). Incluso a nivel personal a veces se puede pensar que uno, como se dice vulgarmente, “ya no se compone”; es como decir “caso perdido”. Pero no. Por muy arraigados que estén nuestros vicios y pecados en nuestra humanidad, siempre hay que esperar en que “no somos casos perdidos” y que sí podemos salir de los charcos de agua sucia en donde, por diferentes razones, nos hemos acostumbrado a vivir. No perdamos la esperanza de que vamos a salir de esas situaciones económicas, afectivas y laborales difíciles que actualmente estamos viviendo.
Ahora bien, una virtud que siempre debemos llevar con nosotros es la “caridad”. “La caridad es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas”, (CIC 1822). Jesús hace de la caridad el mandamiento nuevo (Jn 13, 34). Jesús dice: “Como el Padre me amó, yo también les he amado a ustedes; permanezcan en mi amor” (Jn 15, 9). Y también: “Este es el mandamiento mío: que se amen unos a otros como yo los he amado” (Jn 15, 12), (CIC 1823). Una vida sin amor no tiene sentido. Hemos nacido por amor, para amar. Y hay que amar sin medida a todas las personas.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.