Hace algunos días, tuve oportunidad de estar en México y, a reserva de que, por inquietud personal, he tratado de estar enterado de las novedades derivadas de la gestión del nuevo gobierno encabezado por el Lic. Manuel López Obrador como Presidente de la República Mexicana, pude conocer, de cerca, los avances logrados por su gobierno, en tan solo diez meses pues aún no cumple el año de estar al frente de la presidencia; dentro de los muchos logros alcanzados en tan corto tiempo (mencionaré algunos más delante), si bien todos son dignos de reconocimiento, hay uno que merece destacarse por su importancia e implicaciones en la estructura y gestión administrativa de un gobierno: LA CORRUPCIÓN.
En verdad, son admirables los resultados alcanzados en el combate a la corrupción, no obstante, lo avanzado de este mal que, según opinión bastante generalizada, principió con el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, considerado, según se señala, el padre de la implementación del Neoliberalismo, sistema político-económico y tecnocrático, impuesto desde hace 36 años y por lo que, a su vez, se le considera y señala, también, como padre y engendro de la corrupción hasta alcanzar los elevados niveles y escándalos que se vienen conociendo y atribuidos a los gobiernos anteriores al gobierno de la Cuarta Transformación, que es como el gobierno en turno, califica y denomina el presidente López Obrador, a la actual administración gubernativa en México.
Ante la irrefrenable corrupción que recorre y campea en los espacios gubernamentales de América Latina, ya hacía falta que, por fin, surgiera un gobierno que diera muestras de que, lo que hace falta en nuestros países, es un cambio de régimen y no solo de gobierno pues solo así, pueden enfrentarse y corregirse los desmanes, vicios y desmedidos abusos de quienes llegan al poder, solo a enriquecerse: a utilizar los cargos para, en pocas palabras, solapar, fomentar y aumentar, desmedidamente la corrupción, percepción que por igual, es aplicable a nivel nacional, departamental y municipal según opiniones generalizadas en y por la población en países invadidos por la corrupción y la impunidad gubernamentales.
Es precisamente López Obrador, actual Presidente Constitucional de México, quien nos está dando el mejor ejemplo, en tal sentido; el cómo se gobierna con honradez, transparencia y capacidad; quien está dando el ejemplo a los gobiernos corruptos que por varios años y hasta décadas, nos ha y siguen gobernando: López Obrador está demostrando como gobernar al servicio del pueblo y nó, para servirse de él. En solo diez meses ha logrado lo que otros gobiernos, ni sumados los logros alcanzados (¿?) por dos o más períodos de ellos, han dejado. Podría ilustrarse esta apreciación, con muchos ejemplos; me limito a mencionar solo uso pocos: lleva un avance de terminar con la corrupción, con no menos de un 80% si no es que más; se ha rebajado el sueldo en un 60% respecto del presidente que le antecedió; ha becado a más de dos millones de jóvenes de ambos sexos en los distintos niveles de la educación; duplicó la pensión a adultos mayores y madres solteras; terminó con la exoneración de impuestos a grandes empresas (era de cientos de miles de millones de pesos) y las abusivas pensiones a ex presidentes, etc., etc. Para muestra, basta un botón.
En materia de corrupción e impunidad, Guatemala no es la excepción sino un ejemplo más de corrupción e impunidad, en su máxima expresión: lo ilustran los últimos gobiernos y el actual que, en algunos casos, supera a los anteriores; ejemplos hay y en abundancia: basta evaluar los resultados de su período que está concluyendo sin ocultar su resentimiento con y contra la Corte de Constitucionalidad, algunos jueces, el periodismo y los periodistas y la ex fiscal Thelma Aldana. Esto ha hecho que la población, pierda la confianza; no obstante, creo firmemente que ello no implica que perdamos la esperanza pues, quien pierde la esperanza, está a un paso del derrotismo y nuestra Guatemala, merece seguir luchando porque más adelante, tengamos un nuevo amanecer: que despertemos con un gobierno capaz, honrado y transparente y no como los que, para decepción y tristeza de los guatemaltecos, nos han gobernado últimamente.
Esperemos pues, al próximo gobierno y depositemos en él, la esperanza que los otros y anteriores, nos ha y siguen negando. He escuchado las optimistas declaraciones y ofrecimientos del Dr. Alejandro Giammattei, futuro presidente de Guatemala, al igual que la euforia que imprime a sus discursos; de corresponder esta euforia con el cumplimiento de lo que ofrece, ello permite renovar la esperanza de los guatemaltecos por una Guatemala mejor: sin corrupción ni impunidad; combatiendo con firmeza la delincuencia y el crimen organizado y, en otras palabras: devolviéndole a Guatemala la esperanza que gobiernos anteriores le han negado; lo contrario sería golpear el panal de abejas que puede alborotarse y reaccionar cómo reacciona cualquier pueblo, cuando se siente defraudado.
Soy un profesional comprometido con la transparencia, la crítica y la propuesta, e identificado con los problemas sociales; los intereses y necesidades de los de a pie. / lufesaldy@hotmail.com