En la actualidad es muy difícil encontrar personas alegres. Y es que con tantas tormentas personales, familiares y laborales, no es nada fácil mantener una actitud siempre alegre y positiva ante la vida. Pero ¿Qué le hace estar alegre? ¿El dinero? ¿El poder? ¿El prestigio? ¿La fama?
Personalmente, lo que me hace estar alegre es que estoy vivo, que tengo personas que de verdad me aman y que tengo un trabajo por medio del cual ayudo a otras personas a que estén alegres. Pero mi alegría radica en que tengo a un amigo que nunca falla: Dios. La verdadera alegría tiene su fuente en Dios.
Que agradable es encontrar a personas alegres en las oficinas de las empresas e instituciones públicas y privadas. En más de alguna ocasión usted se habrá topado con personas enojadas, distraídas, malhumoradas y con muy poca cortesía para atenderle. Dan pena. Una cosa es que, de vez en cuando uno se sienta mal, pero ya estar todo el tiempo “de malas”, sí es de preocuparse.
Según el Diccionario de la Real Academia, la alegría “es un sentimiento grato y vivo que suele manifestarse con signos exteriores; palaras, gestos o actos con que se expresa júbilo. Persona que es causa de gozo o júbilo”. Es un sentimiento de placer que nace de una viva satisfacción de la mente. Es un sentimiento producido por algo que consideremos bueno o que nos da ilusión.
Una persona es alegre, cuando tiene el hábito de estar de buen humor, le ve siempre lo positivo a los problemas y tiene fe en que éstos tienen una solución. Son personas optimistas y “no se hacen bolas”. Por eso es fundamental que comience a integrar el valor de la alegría en su propia vida. Evalúe también a quienes forman su círculo de amigos, porque “dime con quién andas y te diré quién eres”. Si usted se junta con personas alegres, estará siempre de buen humor; si se junta con personas amargadas, estará siempre de “malas pulgas”.
Si en usted hay alegría, podrá contagiarla a su equipo de trabajo. La alegría le permite al grupo enfrentar los problemas con más posibilidades de éxito; mejora las relaciones interpersonales y genera positivismo. Está comprobado que las personas alegres gozan de mejor salud. La alegría es posible si hay felicidad, comunicación, autoestima, seguridad. La alegría no es posible donde hay resentimiento, inseguridad y miedo.
¿Por qué a algunas personas les cuesta estar alegres? La razón es muy sencilla: en su corazón hay amargura. Según la RAE (2019) la amargura es “gusto amargo, aflicción o disgusto”. Esto significa que quien la padece, no se siente bien con su trabajo, su vocación y con su vida, y por eso proyecta su disgusto en todos lados. La persona “amargada” tiene las siguientes características: negativa, pesimista, vengativa, frustrada, mediocre y enfoca sólo los problemas sin buscarles soluciones.
Una persona amargada es la que ve todo con lentes oscuros. De esta clase de personas las hay en la calle, en el tráfico, en los grupos, en las oficinas, en su casa, entre otros. ¿Cómo librarse de las personas amargadas? La solución para quienes viven rodeados de gente amargada está en usted mismo: ignórelos, no les ponga coco; cuando un amargado le diga algo, solamente escúchelo y no se ponga a discutir con él, porque es “gastar pólvora en sanates”.
La amargura es ese veneno mortal que algunos hospedan en su corazón. Mejor hospedemos en nuestro corazón la alegría. Razones para vivir amargado pienso que hay muchas, pero no le permitamos al mal espíritu que nos arrebate el valor de la alegría que Dios ha puesto en nuestros corazones.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.