La soledad más profunda son los recuerdos grabados en la memoria; una memoria que oscila entre el pasado, el presente y el futuro. Ahí están las experiencias de la vida, ahí anidan los sentimientos danzando al compás de los ruidos del silencio de la noche.
En la soledad te sientes solo, pero no estás solo, porque te acompaña Dios. En la soledad miras el horizonte sin ocaso y te das cuenta que tienes la dicha de estar vivo y saber que para Dios eres especial.
La soledad es la compañera de camino que nunca falla. Aunque todos te abandonen, ella te acompaña y te anima a seguir construyendo tus sueños. Ama tu soledad, ella sabe tus penas; ella es testigo de tus lágrimas que se deslizan sobre tu rostro como llovizna sobre el césped.
En tu convivencia con la soledad aprendes a amarla como tu primer amor. Un amor que siempre está ahí, arrojado a tus pies, esperando que regreses o que le hables al oído. Por eso ámala sin medida. No le tengas miedo. Ella no te condena, no deja solo; lo único que quiere es que la aceptes tal cual es.
Es en la soledad en donde encuentras las respuestas más profundas a las interrogantes que “supuestamente” no tienen respuesta. Busca estar solo por un momento, haz un poco de silencio, calma tu mente, libérala del bullicio de las redes sociales, de los mensajes sin sentido y de cuanto ruido entorpece la esencia de tu ser.
Supuestamente el estar siempre con “ruidos” externos o internos, te ayuda a estar en paz y a no recordar acontecimientos dolorosos del ayer. Pero, la verdad es que no es así. Tú amas los ruidos porque tienes miedo de encontrarte contigo mismo y darte cuenta quién eres en realidad. Si de verdad quieres estar bien, deja que la soledad te sane.
El gran filósofo Nietzsche afirmaba: “perdí la fe en los grandes acontecimientos, en la medida que están rodeados de bulla y humo. Y créeme, amigo Bullicio, los grandes acontecimientos no son nuestras horas más ruidosas, sino las más silenciosas”.Intenta pasar, talvez no largas horas, pero sí algunos minutos en silencio. Descubra que dentro de ti hay situaciones que te hacen daño, que te afectan, y que tu capacidad intelectual se queda corta para comprenderlas, porque no dependen de la razón, sino de la fe. La fe es la que te sostiene ahí donde tu razón tropieza.
Cuando todos te han abandonado, déjate acompañar por la soledad. Es en la soledad en donde encontrarás respuestas y sentido a muchas cosas, que para ti, son sin sentido. Lo que muchas veces no sabes es que la soledad te ayuda a encontrar la felicidad. La felicidad no depende de tus amigos, de tu novio o novia, de tus padres. La felicidad depende de ti. Y para ser plenamente feliz tienes que hacer silencio, encontrarte con Dios a solas, y hablar de amor con Él.
De vez en cuando es importante hacer un alto en la vida. De vez en cuando es clave hacer una pausa en la vida. A veces, la misma vida te obliga a hacer pausas temporales. Tienes que aprovechar esas pausas para ver la vida con “atención”. En la soledad descubres que estar vivo implica tener problemas, tener deudas, sufrir ausencias humanas, pero que a pesar de todo eso, tu vida tiene sentido y que vale la pena esforzarse por seguir construyendo tus sueños.
Entonces, en lugar de pelearte con la soledad, intégrala a tu vida y ámala; porque, cuanto más huyas de ella, más te alcanzará, porque ella sabe que la necesitas para estar bien contigo mismo, con los demás y con Dios.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.