El miércoles 6 de septiembre de 1775 nació en Quetzaltenango José Ramón Rojas Morales. En esa época, finales del siglo XVIII, Quetzaltenango contaba con cerca de 10 mil personas, y era “cabecera del Corregimiento” (época Colonial), siendo el Capitán General de la recién trasladada capital al valle de la Ermita, Martín de Mayorga, quien representaba al rey de España Carlos III. Por aquel entonces gobernaba la Iglesia guatemalteca el ilustre arzobispo Pedro Cortés y Larraz.
El recién nacido, José Ramón, era hijo de Lázaro Rojas, un funcionario público, y de Felipa Morales. Tuvo siete hermanos, lo que, con los bajos ingresos recibidos por sueldo del padre, obligó a la familia a vivir en extrema austeridad. Esa vida con tanta limitación, aunada a la gran religiosidad de los padres, facilitó el que cinco de los ocho hijos optaran por la vida religiosa.
El joven José Ramón se educó con los frailes franciscanos, demostrando grandes aptitudes para la Literatura, el dibujo y la Música, artes estas que desarrolló durante toda su vida. Una vez concluidos sus estudios elementales, se fue al convento, siendo aceptado como novicio a la edad de 18 años (en el año 1794) en el convento de los recoletos de “Cristo Crucificado” de la nueva ciudad de Guatemala, ordenándose como sacerdote en 1798 en la orden seráfica de San Francisco de Asís, habiendo más tarde ingresado a la Universidad de San Carlos, donde estudió Filosofía, Historia, Derecho y Teología; hablaba además en varias de las lenguas indígenas. Ya como sacerdote, este quetzalteco adoptó el nombre de fray José Ramón de Jesús María.
Al poco tiempo de concluidos sus estudios, fray José Ramón fue trasladado a Nicaragua, bajo el encargo de residir en León, y desde allí cristianizar amplias regiones, encargo que cumplió a cabalidad, pues no solo cubrió Matagalpa y León sino el territorio de los Misquitos, a donde llevó el Evangelio. Durante el tiempo que permaneció en Nicaragua fundó varias poblaciones, además de centros educativos, así como hospitales e iglesias. Su ejemplo de trabajo tesonero, y de vida austera y espiritual, atraía con gran fuerza a las poblaciones, quienes le respetaban y seguían.
Fray José Ramón era, asimismo, consultado con frecuencia por el arzobispo de Guatemala Ramón Casaus y Torres, así como por el de León, quienes reconocían en el fraile quetzalteco a un gran colaborador y “muy sabio en sus consejos”.
Cuando la independencia de Centroamérica y los hechos subsiguientes, José Ramón Rojas de Jesús María, siendo de un espíritu místico y alejado de la política, se opuso a firmar un opúsculo a favor de la anexión a Iturbide, habiendo molestado al presbítero Matías Delgado, personaje muy comprometido en política, razón por la cual fue expulsado y perseguido, trasladándose a Honduras y Costa Rica, países en que se dedicó a la ayuda a los menesterosos, hasta que más tarde tuvo que salir en definitiva del territorio centroamericano, habiendo tomado una embarcación que le llevó al Perú, sin habérselo propuesto. Sin embargo, en cuanto puso pies en El Callao decidió quedarse en ese país el que, hasta la fecha, le considera un santo, y a quien desde entonces le conocen como el Padre Guatemala.
Fray José Ramón se dedicó con ahínco a construir una iglesia, un cementerio y una escuela para niños. Concluidas estas tareas optó por trasladarse a Lima, ciudad virreinal, hermosa, aristocrática, y en ese entonces de unas 60 mil almas que contaba con gran número de templos, un clero nutrido y gran religiosidad, por lo que consideró que su presencia allí era innecesaria, y decidió trasladarse al departamento de Ica, donde vivió hasta su muerte, acaecida en 1839.
Fray José Ramón fundó iglesias, conventos, escuelas, hospitales y cementerios en pueblos de los departamentos de Ica, Piura, Puno, Cuzco y Cajamarca, dando ejemplo personal como albañil y recolectando recursos para dichas obras, las que concluidas dejaba en manos de las comunidades.
Pero por lo que aún le recuerdan en Perú al Padre Guatemala es por su santidad personal. Hay muchísimas anécdotas de su vida que han sido presentadas en Roma para proponer su beatificación.
El Padre Guatemala murió a los 63 años de una pleuresía causada por salir una noche de mucho frío y, estando enfermo, a atender a una niña pequeña en artículo de muerte, a quien consoló y cuya salud recuperó. Al entierro del Padre Guatemala asistió una multitud de más de 5 mil personas, y su catafalco se encuentra en la iglesia de la Merced de Ica.
Con motivo del centenario de la muerte de fray José Ramón, el diario el Imparcial le dedicó una edición especial el día 22 de julio de 1939, y la Sociedad de Geografía e Historia le rindió un homenaje póstumo. Y en el Perú hubo un apoteósico desfile de automóviles, autobuses y trenes desde Chincha y Pisco hasta Ica. Dice su biógrafo, Enrique Tovar, que en Ica “está fray Ramón en todos los labios”. ¡Ilustre quetzalteco poco conocido en Guatemala!