Fue a inicios de la década de 1890 que don Carlos Velásquez y su esposa Juana Günther se trasladaron de San Marcos a Quetzaltenango para hacerse cargo del Instituto Nacional de Varones de Occidente (INVO), acompañados de su pequeño hijo Alberto Velázquez Günther, nacido el 25 de septiembre de 1891, quien hizo sus estudios y desarrolló su carrera profesional y artística en Quetzaltenango, ciudad que le confirió más tarde el nombramiento de “Hijo ilustre”, debido a sus méritos artísticos y por haber participado activamente en la lucha de los Unionistas de la época contra la tiranía de Manuel Estrada Cabrera, a la sazón Presidente de la República de Guatemala hasta 1920 cuando se le declaró interdicto por parte del Congreso para apartarlo de la Presidencia.
Don Alberto Velázquez trabajó en el Banco de Occidente durante más de 20 años, llegando a ocupar la gerencia general del mismo, y más tarde colaboró en la conformación del Banco Central y del grupo que estableció nuestra actual moneda, el quetzal. Fue fundador del Banco de Guatemala y ocupó el cargo de vicepresidente del mismo, y de la Junta Monetaria de 1946 a 1954. Fue fundador de la Cruz Roja Guatemalteca y de la Universidad Popular.
Adicional a estas facetas de promotor, economista y político, don Alberto Velásquez se dedicó a las letras, llegando a ser miembro de la Academia de la Lengua correspondiente a la Real Academia Española. Su obra literaria es prolija, y sobre ella Hugo Cerezo Dardón hizo una antología en la que destaca la poesía, verdaderamente extraordinaria. La obra de don Alberto Velásquez está impregnada de matices religiosos, que él fundamentó en su convicción cristiana, lo que hace que la misma se convierta en intemporal, por serena y majestuosa, y sin la artificialidad que algunas veces se da en la retórica vacía.
La mayor parte de la obra de don Alberto fue publicada en El Imparcial y otros medios de la época, como la Revista Azul, el Diario Los Altos y El Pueblo, estos últimos editados en Quetzaltenango bajo su dirección.
Un poema escrito por don Alberto Velásquez que es leído y releído es el Decálogo del buen quetzalteco, que transcribo a continuación, y que plantea toda una filosofía de vida:
Al igual que la obra anterior, otro poema escrito por don Alberto Velázquez y muy conocido es el denominado Saludo a la bandera, y que reza así:
Bandera Nuestra a ti juramos devoción perdurable y lealtad perenne y honor y sacrificio y esperanza hasta la hora de nuestra muerte En nombre de la sangre y de la tierra juramos mantener tu excelsitud sobre todas las cosas y en los prósperos días y en los días adversos y velar y aún morir porque ondees perpetuamente sobre una Patria digna.
El legado de este extraordinario ciudadano trasciende varios ámbitos de la vida: el artístico, el de la economía, y el de promotor de entidades nacionales relevantes; por todo ello, don Alberto Velázquez ocupa un lugar central en la vida de nuestra nación.
Don Alberto Velázquez murió en el año 1968, y un año más tarde fue develado frente al Teatro Municipal de Quetzaltenango un busto suyo, esculpido por el quetzalteco Rodolfo Galiotti Torres. La Biblioteca Municipal de Quetzaltenango lleva su nombre, como también la Escuela Nacional de Párvulos N° 25 de la ciudad capital. Don Alberto Velázquez fue un auténtico ciudadano de “corazón cabal y mente pura”, tal como lo plasmó en el numeral ocho de su decálogo al buen quetzalteco.
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