Guatemala tiene los índices de pobreza y pobreza extrema más altos a nivel mundial, tres de cada cinco niños sufre desnutrición, en áreas rurales este número llega a un 100%. En los hospitales faltan insumos básicos, medicamentos y equipo ausente. Las escuelas, sobre todo las del área rural están totalmente abandonadas, no hay escritorios, útiles escolares, ni agua tienen para una adecuada higiene. Las carreteras destrozadas, existen aldeas sin caminos para llegar. Este panorama es muy triste, es capaz de enfermar a todo aquel que se atreve a analizarlo. Sin embargo lo que sufre la Guatemala olvidada, no es lo mismo que vive la Guatemala progresista de la capital, y mucho menos se refleja en los gastos que realizan los funcionarios públicos.
Un presidente con peinadora exclusiva. Un listado de grupos familiares en la Secretaria de Asuntos Estratégicos, un Congreso de la República con gastos millonarios en alimentación, dietas, y altos salarios, Alcaldes con gastos de gimnasio para show publicitario deportivo, militares gastan miles de millones en tiempo de paz, sin control alguno. Esta Guatemala no es la misma para todos.
La solicitud de una diputada activo todas las alarmas y mostró lo verdaderos sentimientos de aquellos que desde la invasión de 1524 han obtenido toda su riqueza explotando los recursos del Estado guatemalteco. La familia Arzú. Alvaro Arzú, padre del hoy diputado, que lleva el mismo nombre, durante su periodo presidencial se apropio de miles de millones de quetzales producto de la venta de la compañía más lucrativa, que en aquel entonces era un activo del gobierno, la empresa de telecomunicaciones “Guatel”. También puso a la venta la Empresa Eléctrica. Tal cual, como aquellos ladronzuelos que roban una bombilla de una casa, ha sido capaz, utilizando la figura de los fideicomisos de robar dinero para sus campañas electorales, pagar sueldo a su esposa por el simple hecho de serlo. Hasta el equipo de fútbol Comunicaciones se robo la familia, y cuando ya no les era de utilidad lo vendieron, convirtiéndolo antes en una sociedad anónima para conservar algunas acciones.
Con estos antecedentes no es extraño observar el tremendo berrinche que hizo el hoy diputado Alvaro Arzú Escobar, cuando escucho la propuesta de la bancada del partido Movimiento de Liberación de los Pueblos, de que, para ahorrar costos, los congresistas debían llegar a las 14 horas para las sesiones, y eso si, hacerlo almorzados, bien comidos, para no utilizar los impuestos, que tanto servirán para otros fines, para pagar almuerzos, que además, según se sabe, están sobre valorados.
Pero no solo es la alimentación, los diputados cuentan con un fondo de caja chica para cubrir sus antojos, y un seguro médico, siendo ellos los dignatarios de la nación, huyen de los servicios hospitalarios que presta el Estado, ni al Instituto Guatemalteco de Seguridad Social quieren ir, como si fueran clase aparte. Si bien es verdad, con los Q29 millones en alimentación que gasta el Congreso no se soluciona el problema total de la desnutrición en la niñez guatemalteca, algo si es seguro, por lo menos 2 mil 900 niños superarían esta crisis, asegurándose un mejor futuro para ellos y su familia.
Profesor universitario, académico, profesional de las Ciencias Económicas.