Todos los 28 de octubre son intensos, este año, dentro del calendario sagrado cholq´ij marcó E, la energía del camino, un día antes llovió muy fuerte y los pronósticos del clima avizoraban una tormenta formándose en el pacífico con dirección hacia nuestro país; los recuerdos de lo que han causado estos fenómenos climatológicos en el pasado no dejaban de ponernos nerviosos, milagrosamente la tormenta cambió su curso y desapareció, la fiesta se pudo realizar, la lluvia dio permiso.
Tengo ocho años de asistir, y todas las veces han sido experiencias diferentes, la espiritualidad también ha sido en Guatemala un territorio en disputa, esto ha provocado que las manifestaciones que no encajan dentro de la lógica oficial se menosprecien. Nací en una familia k´iche´, que gracias al racismo se vio obligada a dejar sus prácticas y creencias ancestrales en la década de los sesenta, y adoptó una religión que cambió violentamente su imaginario, así que mi visita al abuelo, también ha sido una forma de reaccionar a todo eso que se me impuso en casa a la fuerza. Llegar cada 28 de octubre a Zunil es buscar mi origen, pero también mantener una postura, defender mi posicionamiento político ante la vida.
Hay muchas versiones sobre su origen, y sin dudarlo, todas son reales, Alaj Mam ha sido uno de los catalizadores más fuertes de la fe en Guatemala, bastión fundamental de la lucha por las identidades mayas y por los territorios; llegar a Zunil para celebrar su fiesta es entrar a una narración mágica, la belleza y la energía se concentran en ese pequeño pueblo ubicado entre montañas cubiertas por neblina, que da la sensación de que todo el tiempo se quemara pom e incienso, que todo el tiempo existe esa comunicación entre el mundo que conocemos y ese mundo misterioso que muy pocos logran entender.
Luego de una intensa ceremonia, en la que varios guías espirituales o ajq´ij pidieron por la defensa de los territorios y el respeto a la naturaleza, todo fue como lo que efectivamente es, una fiesta, una celebración comunitaria en la que se entrelazan conocimientos que han resistido cientos de años, tradiciones con un profundo significado cósmico, que no necesita mucho razonamiento, sino que se hacen porque se tienen que hacer y ya, no buscarle explicación a las cosas es otra forma de romper con la lógica colonial.
El gran abuelo de nuevo fue celebrado, marimba, música, pino en el piso, comida, candelas, códigos de un lenguaje que tiene que descifrarse desde otro pensamiento; elementos que tienen que verse con otros ojos. En medio de la difícil época que nos está tocando vivir, Zunil y todos los lugares en donde se celebró (que son más de los que creemos), dan muestra de que hay cosas que no se han doblegado, hay prácticas que resisten a pesar de todo, en Guatemala afortunadamente existen pueblos decididos a salvaguardar su patrimonio más valioso, el espíritu.
Poeta, gestor cultural y editor de origen maya k´iche´, ha trabajado por más de 13 años en proyectos culturales en Centroamérica, escribe columnas de opinión en medios de Quetzaltenango y Guatemala, amante del Xelajú y las rocolas.