No era el tema que iba abordar en esta ocasión, más bien, había pensado en escribir sobre los efectos de la pandemia del coronavirus, en la economía mundial y regional, lo haré en otro momento. Me motivó escribir sobre el tema religioso, haber observado a través de las redes sociales que algunas personas que se burlan, mofan, hacen escarnio, sarcasmo y hasta expresan odio, por quienes de una u otra manera expresan sus sentimientos religiosos en el contexto de la actual crisis sanitaria.
Lo que más me ha llamado la atención, es que dentro de esas personas misoteístas, haya “letrados” a nivel de maestrías y doctorados, que lejos de haber cultivado la sencillez, modestia y un poco de tolerancia, hacen gala de su arrogancia y engreimiento, arremetiendo en contra de los que tienen sus creencias religiosas. Pareciera que tienen atracción por ideologías totalitarias, fascistas, nacionalsocialistas o de la época de la inquisición. De esa gente hay que cuidarse mucho, porque son enemigos acérrimos de la libertad en todo sentido de la palabra.
Es indudable que, por la información y desinformación sobre el Covid-19, que recibimos a través de los diferentes medios de comunicación, uno se encuentra en un estado de preocupación y temor de estar expuestos al contagio, así como, cualquier miembro de la familia u otro ser querido. Al ver datos de países como Italia y España, donde el número de infectados y muertos, es elevado y creciente, que siendo países del primer mundo les está yendo muy mal, y saber que hasta el momento no hay una medicina o vacuna efectiva, pues obviamente, nuestras preocupaciones y desconsuelo crecen, al imaginar cómo les iría a nuestros países con grandes carencias, si se pierde el control sobre esa enfermedad. Ello, junto a problemas estructurales, como la corrupción en la política y en los políticos, instituciones débiles y cooptadas, elevada pobreza, gente sin recato para especular con los bienes básicos y sus precios. Además de lo anterior, las expectativas a corto y mediano plazo (como resultado del estado de calamidad pública), de perder el empleo, la quiebra del negocio, escasez de bienes y servicios básicos, encierro obligatorio por la cuarentena y toque de queda. Con todo eso, tantas cosas vienen a la mente, lo que a muchos les genera angustia y desesperación. Resulta que el temor al coronavirus probablemente sea para muchos peor que la enfermedad en sí. Afortunadamente, en nuestro país aún no hay contagios y muertes masivas (20 casos, un muerto al escribir esta opinión).
Ese cúmulo de sentimientos y emociones, en muchos casos, difícilmente encuentran consuelo con la información de los expertos en la enfermedad, declaraciones de funcionarios y disposiciones gubernamentales, es decir, las acciones materiales no son de mucha ayuda para tranquilizar a las personas. Es así, que ante las desgracias ya sea naturales o derivadas de actos humanos, muchas personas encuentran consuelo invocando a Dios o algún ser supremo. En nuestro contexto, donde la mayoría de la población es cristiana o dice serlo, cuando enfrenta tribulaciones, le pide a Dios, Jehová, Yahveh, Elohim o al mismo Jesucristo, que le dé fuerzas, sanidad, paz, protección, bendición, trabajo, sabiduría, etc. Ante el ser superior, se tiene abierto el derecho de petición y se hace de acuerdo con la necesidad o pena que se esté enfrentando. Como problemas hay todo el tiempo, pues las personas en sus oraciones le piden frecuentemente a su dios que los ayude.
En la actualidad, que enfrentamos la pandemia del coronavirus, hay incertidumbre (también hay irresponsabilidad de muchos que creen que es un juego) y con la facilidad que existe para expresarse en las redes sociales, es común encontrar una gran cantidad de mensajes con frases como: “Te rogamos Dios Santísimo que nos protejas y que nos bendigas”, “ante esta enfermedad, me cubro con la sangre de Cristo”, “Saldré de casa y que Dios nos ayude”, “Venceremos el Covid19 en el nombre de Dios”, “Santísimo Señor: Tú que todo lo puedes, te pedimos humildemente por la sanidad de los enfermos y la protección de todos los médicos y auxiliares del mundo… Pon tu Mano Sanadora sobre cada uno de ellos y líbranos de todo mal”. Esos son algunos ejemplos, de ese tipo de expresiones, que evidencian la necesidad de encontrar consuelo y respuestas ante la falta de certeza de lo que sucederá con la enfermedad. Estoy seguro de que, en otros contextos geográficos y culturales, muchas personas están invocando a Buda, Alá, Mahoma, Indra, Vishnu, Watatsumi, Kukulkán, Hunab Ku, Itzamná, Wotan, Santa Muerte, Maximón, por mencionar algunos, para solicitar protección, salud, sanación, y otras respuestas ante la pandemia.
En las mismas redes sociales, donde muchas personas están pidiendo ayuda divina, también hay detractores (algunos evidencian su ignorancia y otros con algunos conocimientos que se creen científicos) irrespetuosos del derecho de libertad de culto o religión, porque a manera de escarnio y odio, publican comentarios con la intención de ridiculizar o descalificar a las personas que publican sus mensajes o expresiones religiosas. Observe usted lector en las redes sociales, particularmente en Facebook y va a encontrar varios mensajes burlescos sobre las creencias religiosas de las personas. Afortunadamente, no son muchos los que escriben ese tipo de mensajes y cuando uno lee los comentarios del público, se encuentra que la mayoría los desaprueba.
Quiero dejar muy claro que no estoy defendiendo la religión, ni mucho menos un culto en particular, pero sí considero un deber ciudadano defender una de las mayores conquistas de la humanidad, particularmente de la civilización occidental, que ha costado mucha sangre a través de la historia, estoy hablando de la “libertad de culto o religión”. Esa conquista, ha permitido (en algunos países aún no es así) que los seres humanos elijan libremente su religión, también, el derecho a no elegir ninguna religión o creencia, o reconocer la existencia de un dios, lo cual significa que se es libre de ejercer cualquier religión o el ateísmo, sin el temor a ser perseguido, oprimido o discriminado. En nuestra Constitución Política se encuentra establecido ese derecho en el artículo 36: “Libertad de religión. El ejercicio de todas las religiones es libre. Toda persona tiene derecho a practicar su religión o creencia, tanto en público como en privado, por medio de la enseñanza, el culto y la observancia, sin más límites que el orden público y el respeto debido a la dignidad de la jerarquía y a los fieles de otros credos.” Nos guste o no, es un derecho universal que también está prescrito en la Declaración Universal de Derechos Humanos en el artículo 18: “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia.” El derecho a la libertad de religión está muy ligado al derecho a la libertad de pensamiento.
Por eso, cuando veo expresiones de odio hacia la religión o hacia dios, o tratar de imponerlos, mi preocupación no es la religión en sí, sino esas expresiones inquisitorias o totalitarias, que transgreden el derecho de toda persona a su libertad de elección del culto que mejor le parezca y, a emitir con libertad su pensamiento.
Mi intención en esta ocasión, no es juzgar si la religión es buena o no para las personas, si Dios existe o no, si es milagroso o no lo es, sino más bien destacar la importancia de la libertad de religión y subrayar el valor que tiene como una función social, ante las penurias de la gente, tales como: la enfermedad, pobreza, el riesgo o proximidad de la muerte. Ahora nos estamos enfrentando a una crisis sanitaria mundial, que no solo nos pone en riesgo real de ser infectados, sino ante la probabilidad de morir, lo cual aumenta según la edad y padecimientos que se tengan previamente. No hay aún, un medicamento o vacuna que haya probado su efectividad universal, por lo que quien resulte con la enfermedad y para evitar que contagie a otros, se le aísla y si le toca morir estará solo, nadie de sus seres queridos lo acompañara en sus últimos momentos y nadie estará en su entierro o cremación. En esa situación, el mundo material no vale nada, solo queda el consuelo espiritual de saber que hay un ser superior con uno y si cree en la resurrección y la vida eterna, pues tiene la esperanza de reencontrarse con sus seres queridos. Ahora pensemos en la familia, que se queda en casa encerrada, con la angustia y dolor de no poder acompañar al hijo, madre, abuelo, tío, hermano, amigo, en su enfermedad o la muerte. Ese sufrimiento, no hay nada material que lo alivie (temporalmente solo con una droga) y será una carga por mucho tiempo. Es allí, donde la religión cumple su función social, al dar alivio a esas familias dolientes ante la enfermedad o muerte de sus seres queridos. También, cumple su función social, al dar esperanza a los que se quedan desempleados o en la quiebra económica.
Si la función social de la religión es buena o es mala, no es mi intención debatirlo en este espacio, solamente opino, basado en lo que observo en la acción humana, sin juzgar.
Trato de ser sereno e imparcial al abordar ese hecho social, porque todo es debatible, pero así pienso, a pesar de que, en mi trabajo como profesor universitario, impartí cursos de filosofía, donde uno de los contenidos infaltables era el materialismo dialéctico. Repetí muchas veces lo que K. Marx dijo de la religión: que era el “opio de los pueblos” y lo es en muchos casos, porque ha servido para someter espiritualmente a las personas y que no se rebelen contra el sistema. Pero, aun cuando enseñaba ese tipo de filosofía, creo que en situaciones de sufrimiento, desconsuelo e incertidumbre que se enfrentan en todo momento, a las personas les ayuda espiritualmente creer en alguien superior, en otra vida, en los milagros, etc., y no estoy en posición para juzgar.
Además de ciertos valores que devienen de la religión, creo que, en situaciones difíciles como la actual pandemia, sirve de freno para que las personas respeten la ley (no se caiga en anarquía), ayuden y consuelen al que sufre y necesita de apoyo espiritual.
Como sea, las personas tienen todo el derecho de practicar el culto religioso que quieran, así como, a emitir libremente su pensamiento. Nadie debe limitar esos derechos reconocidos universalmente.
Finalmente, para quienes creen que saber un poco de ciencia, les da derecho a despreciar las creencias de otras personas, aquí algunos ejemplos de verdaderos científicos que expresaron sus ideas religiosas: I. Newton, J. Kepler, G. Mendel, N. Copérnico, A. Volta, C. Linneo, N. Tesla, A. Fleming, M. Plank, Al Juarismi, Avicena, F. Bacon, L. Pasteur, F. Collins. Hay muchos más.
Administrador público, economista, politólogo, abogado y notario, y profesor universitario.