Por Walter Poroj
De acuerdo a datos históricos, la última pandemia vivida en Guatemala fue hace un siglo entre los años de 1918 y 1919 esta fue la «GRIPE ESPAÑOLA», en ese entonces la población guatemalteca se estimaba en 1,900,000 habitantes, y genero alrededor de 200 y 300 muertes diarias solo en la ciudad capital, el sistema de salud fue ineficiente y su economía se vio rezagada significativamente (https://elperiodico.com.gt/domingo/2020/03/22/tiempos-de-pandemia/), hoy un siglo después, nos toca vivir una nueva pandemia global que está impactando a las grandes economías mundiales, lo cual regenera también los ecosistemas, nuestro país no es la excepción ante la amenaza de contagio y expansión del COVID – 19, el mismo ha generado un cambio radical a nuestro sistema y rutina de vida generando miedo, temor, preocupación, zozobra, aislamiento social, con políticas gubernamentales de cuarentena y de toque de queda afectando a toda clase social, genero, etnia, credo, posición ideológica, posición política, posición económica, además de haberse impuesto como norma el #QuédateEnCasa, también nuestro sistema de salud contempla unos de sus más grandes retos, con limitaciones en su personal y sobre todo en sus equipos de protección para contrarrestar esta pandemia.
En Guatemala desafortunadamente las realidades siguen vigentes: la pobreza generalizada, la desigualdad y la exclusión social y económica, hacen más vulnerable la situación del país ante esta pandemia. La desigualdad y exclusión para Guatemala, es la falta de oportunidad y acceso a los servicios de salud, educación, empleo, seguridad alimentaria, correlación étnica, de género y territorial, estos indicadores están plenamente visibles en el informe de desarrollo humano 2019, el cual posiciona a Guatemala en el puesto 126 de 189 países.
El gobierno ha adoptado acciones de prevención y control sanitario dictando políticas muy discrecionales para tratar de contrarrestar el impacto social y económico de esta pandemia, pero excluyendo nuevamente las necesidades de la población más vulnerable, más necesitada y pobre de este país.
Lo que hoy es una realidad, luego de la implantación de la cuarentena y del toque de queda, para evitar el contagio y propagación de este virus, es que existe una preocupación latente y un impacto significativo a la economía familiar del micro y pequeño empresario, del comercio informal el cual genera más del 70% del empleo en Guatemala, en esta economía informal se vive del día a día producto del comercio de sus bienes y servicios y son quienes realmente no cuentan con un capital líquido para afrontar esta crisis sanitaria, ahora su preocupación real es adquirir alimentos y víveres para sobrevivir y mitigar el hambre, además del pago de alquiler, luz, agua, teléfono, sueldos, y para el micro empresario el diferimiento para el pago de sus impuestos, ¿pero cómo? si no existe dinero o capital para dichas obligaciones, pues en este periodo de emergencia se ha dejado de producir y generar ingresos, además hay que mencionar que existe un gran desacierto por la garantía, continuidad y seguridad del empleo dependiente, y lo más complicado es que al no existir generación de ingresos, no existirá capital de trabajo y entonces, este gran segmento de la población guatemalteca no será sostenible económicamente, lo cual impactara en más pobreza y más desempleo.
Así la situación guatemalteca se va agudizar más, si por parte del gobierno y sus aliados directos como el CACIF no generan propuestas y políticas de inclusión para financiar económicamente a esta población rural y urbana guatemalteca mientras dure este estado de calamidad y de toque de queda en nuestro país, además, se esperaría que los más de 3,600 millones de ampliación presupuestaria aprobados por el congreso para atender esta emergencia, sirvan para contener y proteger realmente a los guatemaltecos, y no para generar más ricos y más pobres en este país. Se entiende que el gobierno se encuentra en un gran compromiso de estado y nación, entre contener la pandemia y mantener la estabilidad económica de forma equilibrada, sin embargo, esto dependerá de su compromiso y lealtad hacia el país. Hoy mientras tanto debemos cuidarnos más que nunca y cumplir con los protocolos y recomendaciones sanitarias para evitar el contagio y propagación de este virus, además, es importante reconocer lo frágil y vulnerables que somos humanamente ante eventos impredecibles e imaginables de esta época como lo es esta pandemia; estos hechos nos debe de invitar a un proceso de reflexión espiritual, a un aprendizaje individual, y social, valorando la vida, valorando la familia, valorando la salud, valorando el trabajo, valorando a las personas, aprendamos a ser más solidarios y humanos para con nuestros semejantes, y entendamos que hoy es el momento de estar unidos y que solo juntos podremos salir adelante como nación. A título personal le pido a Dios nos ayude e ilumine fielmente.